El
público disfruta con la noble docilidad de los toros y las figuras
de proyección mediática y los aficionados pedimos bravura encastada
y toreros que la dominen. La tensión entre estas dos maneras de
entender la tauromaquia, puede ayudar a dinamizar la fiesta de los
toros y que encuentre la aceptación social que merece o puede
disolverse en un espectáculo vacuo, estigmatizado como perteneciente
al pasado y rechazado por los jóvenes, o peor aún, anclarlo en un
bando de la política enfrentado, por lo tanto, a otros y sometido a
los vaivenes partidistas o ideológicos, como parece que les gustaría
a algunos que, henchidos de patriotismo ful, no paran de gritar vivas
a España en la plaza, como si eso resolviera algún problema de
España o de la tauromaquia.
Andrés
de Miguel – Aquí el artículo completo -
Foto: Andrew Moore
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