Sobre la bravura de los atanasios, El Legionario puede hablar mejor que nadie: durante cuarenta años la ha sufrido en sus carnes y huesos a puerta cerrada, cuando Atanasio ponía a pruebas sus futuros sementales [...] Para los tentaderos de machos Atanasio me llamaba. Y desde entonces, hasta que empezó mi hijo, le he picado todos los machos. Cuarenta años, se dice pronto. Atanasio era un ganadero fenomenal. Luego tenía sus cosas, como todo el mundo, y eso funcionaba de maravilla. Le gustaba tentar machos muy grandes, sobre todo cuando era para vender. En esos tentaderos, cuando venían compradores, echaba machos muy grandes y muy fuertes... quería que te cayeras y que se formara ahí un cisco. ¡No me dieron tumbos ni nada! A veces siete u ocho caídas, o diez en un mismo tentadero... Lo quería así para impresionar al cliente. Y a mí me decía: “cuando vienen para verlos, tú no le pongas el palo hasta que no estén debajo”. ¡Leches! No quería que yo me defendiera, y cuando los tenía encima ya estaba en el suelo, lo que le interesaba a él. Porque esa ganadería siempre fue muy fría, y hasta que se picara un par de veces, se iban del caballo, tiraban las patas, y si echabas el palo antes de que llegasen al caballo, echaban dos coces y se iban. Pero si les dejabas meter la cabeza primero, ahí sí que se empleaban enseguida, cargaban y empujaban como demonios sin hacer tantos feos. Pero él quería que yo fuera al suelo en medio de la polvareda, de los gritos, del susto. ¡No he tenido peleas con él!
Vía : Tierras Taurinas, opus 10 dedicado a los atanasios
Foto: Paoma Aguilar para el blog Larga Cambiada
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