La mayoría de las veces pienso que el torero busca su oportunidad para recibir , "por favor", unos aplausos que sabe que no va a poder conseguir de otro modo.
toreaba Joselito "el gallo"en la plaza de Jaen.Alguoien avisó al joven matador, de que en barrera asistia a la corrida "el Guerra", que Joselito no conocia personalmente, pero del que habia oído a su padre y a su hermano grandes conversaciones en el que le ponderaban como matador de toros modelico. Joselito, a la hora de brindar, se aproximó al viejo maestro y le brindó el toro. El toro, no tenia un muletazo y la faena aunque valerosa, no fue lo que se dice un dechado de virtudes artisticas. A la hora de matar, Joselito, acercó el toro a la posición del "guerra", lo cuadró y se tiró a matar derecho como una vela y recreandose en la suerte, momento que aprovecho el marrajo para darle una cornada en el muslo. Retirado por los asistentes a la enfermeria, tras una cura de urgencia recibió la visita de "el guerra", que tras interesarse por su estado, le dijo a Joselito: "Mushasho, ese toro no merecia tanto, su muerte no valia una cornada". A lo que "el gallo"con humildad dijo: "Ese toro no, pero usted si". O sea, que en otros tiempos habia verguenza torera y los brindis eran en serio.
Como tengo tiempo de sobra y me encuentro con ganas de escribir (me aburro, me aasno, me amulo, me acaballo) ahí va otra de brindis protagonizada en este caso por el genio Rafael el Gallo, cuchichi procedente directo del tronco del faraón.
No lo puedo asegurar, pero creo que la historia sucedió en la plaza vieja de Madrid, cuando los toreros todavía brindaban a las mujeres, incluso desconocidas, y no como los muchachos de hoy, que únicamente le pegan el monterazo a fulanos espantosos con rogativas de enchufe. Truco empleado con frecuencia por el discreto Gallo, con el único fin de conseguir arrimar el taller finalizado el festejo. Total que se pispó el hijo mayor de la señá "Grabiela" de que en una barrera estaba sentada un bellezón de pelo rubio platino acompañada de un fornido caballero y, como la dama no era morena, supuso el torero en su clasicismo que no sabría ni papa de toros.
Muleta y espada en mano (la de verdad, no la de juguete como se estila tras el accidente de automovil que sufrió Manolete en Buitrago, camino de Pamplona, por san Fermín)se dirigio Rafael a la dama y, tras pedirle permiso a su acompañante, le brindó la muerte del toro con estas palabras:
- "Tengo er guzto de brindarle la muerte de este toro. Va por osté"
Recuerdan los libracos que aquella actuación de Rafael fue una de sus más escandalosas espantadas (suerte por cierto también en desuso) en la que digo, decia, que ya no sé lo que digo ni lo que hago, se tiró el gitano al callejón de cabeza dieciocho o veinte veces, quiso marcharse al hotel, ¡a ver!, pues habían bajado los mengues y se habían apoderado de su supersticioso espíritu.
Como pudo le metió media estocada a aquella pesadilla berrenda. Mientras era arrastrada por las acémilas, que diría el cursi del Palabrero, Rafael no tuvo más remedio que ir a recoger la montera de manos de la rubia, que por rubia no sabría nada de toros, y se disculpó ante la hembra con esta socorrida disculpa:
- "Perdón, zeñora, pero rezurta que er toro estaba toreao".
Desaparecía el toro camino de los carniceros para ser destajado (termino también muy empleado por el Palabrero cuando estaba en la cresta de la ola, hoy un pobre hombre rico)cuando la rubia hizo volar la montera a los pies de El Gallo, diciéndole:
- "Mire usted, Rafael, el toro no estaba toreado, ni antes ni ahora".
toreaba Joselito "el gallo"en la plaza de Jaen.Alguoien avisó al joven matador, de que en barrera asistia a la corrida "el Guerra", que Joselito no conocia personalmente, pero del que habia oído a su padre y a su hermano grandes conversaciones en el que le ponderaban como matador de toros modelico. Joselito, a la hora de brindar, se aproximó al viejo maestro y le brindó el toro. El toro, no tenia un muletazo y la faena aunque valerosa, no fue lo que se dice un dechado de virtudes artisticas. A la hora de matar, Joselito, acercó el toro a la posición del "guerra", lo cuadró y se tiró a matar derecho como una vela y recreandose en la suerte, momento que aprovecho el marrajo para darle una cornada en el muslo. Retirado por los asistentes a la enfermeria, tras una cura de urgencia recibió la visita de "el guerra", que tras interesarse por su estado, le dijo a Joselito:
ResponderEliminar"Mushasho, ese toro no merecia tanto, su muerte no valia una cornada".
A lo que "el gallo"con humildad dijo:
"Ese toro no, pero usted si".
O sea, que en otros tiempos habia verguenza torera y los brindis eran en serio.
Como tengo tiempo de sobra y me encuentro con ganas de escribir (me aburro, me aasno, me amulo, me acaballo) ahí va otra de brindis protagonizada en este caso por el genio Rafael el Gallo, cuchichi procedente directo del tronco del faraón.
ResponderEliminarNo lo puedo asegurar, pero creo que la historia sucedió en la plaza vieja de Madrid, cuando los toreros todavía brindaban a las mujeres, incluso desconocidas, y no como los muchachos de hoy, que únicamente le pegan el monterazo a fulanos espantosos con rogativas de enchufe. Truco empleado con frecuencia por el discreto Gallo, con el único fin de conseguir arrimar el taller finalizado el festejo. Total que se pispó el hijo mayor de la señá "Grabiela" de que en una barrera estaba sentada un bellezón de pelo rubio platino acompañada de un fornido caballero y, como la dama no era morena, supuso el torero en su clasicismo que no sabría ni papa de toros.
Muleta y espada en mano (la de verdad, no la de juguete como se estila tras el accidente de automovil que sufrió Manolete en Buitrago, camino de Pamplona, por san Fermín)se dirigio Rafael a la dama y, tras pedirle permiso a su acompañante, le brindó la muerte del toro con estas palabras:
- "Tengo er guzto de brindarle la muerte de este toro. Va por osté"
Recuerdan los libracos que aquella actuación de Rafael fue una de sus más escandalosas espantadas (suerte por cierto también en desuso) en la que digo, decia, que ya no sé lo que digo ni lo que hago, se tiró el gitano al callejón de cabeza dieciocho o veinte veces, quiso marcharse al hotel, ¡a ver!, pues habían bajado los mengues y se habían apoderado de su supersticioso espíritu.
Como pudo le metió media estocada a aquella pesadilla berrenda. Mientras era arrastrada por las acémilas, que diría el cursi del Palabrero, Rafael no tuvo más remedio que ir a recoger la montera de manos de la rubia, que por rubia no sabría nada de toros, y se disculpó ante la hembra con esta socorrida disculpa:
- "Perdón, zeñora, pero rezurta que er toro estaba toreao".
Desaparecía el toro camino de los carniceros para ser destajado (termino también muy empleado por el Palabrero cuando estaba en la cresta de la ola, hoy un pobre hombre rico)cuando la rubia hizo volar la montera a los pies de El Gallo, diciéndole:
- "Mire usted, Rafael, el toro no estaba toreado, ni antes ni ahora".
The end.
La condesa de Estrazas
Como no me acuerdo si he firmado el comentario anterior, y el loberío está a la que salta, quiero aclarar que me pertenece.
ResponderEliminarLa condesa de Estrazas