(Andrés Verdeguer en Cornadas para todos)
Alberto Aguilar. Le tocó en suerte toda la zambra de sobreros. Sin duda su picador Juan Carlos Sánchez se ganó el sueldo. Estuvo muy firme, me gustó en sus dos toros. Verdad, oficio y entrega. En el primero, al finalizar fue ovacionado, si mete la espada hubiera podido cortar un despojo. El quinto, el mastodonte, con mucha leña aunque los pitones algo escobillados, humilló de salida en el capote, cumplió en varas y en banderillas, al final de la faena, corta pero intensa, se vino abajo, finalizando con un volapié, con habilidad y riesgo, en todo lo alto, que hizo rodar al del Puerto y le supuso abrir la casquería de D. Matías, que a petición del respetable otorgó un despojo, a mi entender ganado a ley. Ovación al toro.
Pedro García Macías en El Chofre
Al tercer sobrero, fuera de programa, le dieron 676 kilos. Más de diez veces el peso del propio Alberto. No le temblaron al torero las piernas ni las manos ni las ideas. Hecho de ánimo, salió sin demora. Un desarme. Se soltaba el toro, lidia sobre las piernas, perfecto el apoyo de su gente –bregaba Rafael González-, un quite por chicuelinas y se levantó el espectáculo, que estaba por entonces reventado. La pelea de David y Goliat. No de otra manera. Puesto delante del toro, Alberto parecía oculto por su sombra. Frente a frente montaban casi lo mismo. El hombre y la bestia. Talento de Alberto para administrar las fuerzas del toro, que eran legítimas, pero se le iban las manos; pulso para sujetarlo; conmovedora firmeza; cuerpo a cuerpo. No hubo música. Ni hizo falta. Rajadita del toro en busca de las tablas y desde casi los medios. Y ahí ganó la batalla Alberto. Entre rayas y tablas. Un circular antológico, un cambio de mano, tres genuflexos por abajo, el cambiado de remate y, cuadrado casi solo el toro, la espada entera por arriba no se sabe ni cómo. Cara la oreja. Un clamor.
Barquerito/Colpisa
El tercer sobrero, de 676 kilos y también de Puerto de San Lorenzo, fue un toro hondo, de gran envergadura. Con nobleza pero agarrado al piso, exigente. A carta cabal Alberto Aguilar que le cuajó una faena de torero valiente y poderoso. Escalofriante valor, actitud, dominio, tirando la moneda de verdad y logrando muletazos templados, en un palmo de terreno. De nuevo, superior y ceñido con la izquierda. El mérito ha sido hacer el toreo clásico a este toro, la imposición de su concepto. Estocada y oreja
Iñigo Crespo / Aplausos
Este toro delPuerto de San Lorenzo era descomunal. 676 kilos. Una enorme fuente de solomillos y chuletones. Cuando pasaba por delante de Alberto Aguilar, no se veía al pequeño torero de Madrid. Era un eclipse de sol. Aguilar era el sol y el toro la luna, ocultándole completamente. Estuvo muy bien con este toro. Un toro noble y bueno pero con el defecto de una fuerza muy justa e intermitente. Mover ese corpachón y embestir humillando es cuasi imposible. Aguilar lo toreó muy despacio y con muy buen gusto. Las series eran cortas, no se podían dar más pases por que el toro no lo aguantaba. Entendió muy bien al toro y lo toreó muy despacio. Se perfiló muy en corto, se fue muy derecho tras el estoque y recetó un gran volapié. Hoy en día, se pinchan muchos toros por tirarse desde lejos. Cuando el matador llega al toro, éste le está esperando ya con la cara por arriba. Hay que matar en corto y tirarse derecho. Y así mató Aguilar a este mastodonte del Puerto de San Lorenzo. Cortó una oreja muy merecida, sin ningún voto discrepante. Nos alegramos de su triunfo. Se lo merece.
Domingo Delgado de la Cámara
Nota: hago mías las palabras de Domingo : "nos alegramos de su triunfo. Se lo merece"
Foto: Arjona/ Aplausos
Nota añadida: @adelaidarodrigz: Tras los análisis de los veterinarios se detecta q todos los toros tenían afectado el hígado por un parásito dicrocelium dendriticum
Gracias,Alberto.
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