Tras las lecciones del maestro Ponce en la arena negra de Vista Alegre, el toreo se abrió paso definitivamente y hoy, hoy sí: el toreo se reivindicó. El toreo embraguetado sin contemplación. Puro y auténtico, absoluto, verdadadero. El toreo entregado y arriñonado, la suerte cargada y el muletazo lleno de toro y ese chispazo cuando pasa la embestida ceñida a la faja, a la bragueta y se rebozan cintura y cadera de gusto y de toro, de toreo rotundo. Fue de conmoción: La rotundidad de Iván Fandiño en cabal salto al vacío sin red
(Andrés Verdeguer en Cornadas para Todos)
(Iñigo Crespo en Aplausos)
El toro atacó como una exhalación. Imperturbable pero flexible el torero de Ciudad Rodrigo. Descarado, el medio pecho, sueltos los brazos. No era sencillo sujetarse en esa primera embestida tan de vendaval. Sangre fría para templarse con el viaje del toro y apurarlo sin esconderse, Y ligar. La embestida fue de emoción. El aguante, también. No se mide el tiempo en estas faenas tan fluidas y tan sin escape, pero todo pareció pasar en un suspiro. Con calma, sin acelerones ni tragantones. Cuando al toro se le bajó la temperatura, los ataques del torero salmantino fueron más cadenciosos. La firmeza, conmovedora. Y la soltura: remates templados por alto y cambiados tras tandas ligadas de no menos de tres. No se escondió el torero. Sino todo lo contario. Más correoso el toro por la izquierda que por la derecha. Por las dos manos estuvo puesto el torero. Y convencido. Una estocada desprendida. Buen debut.
(Barquerito/Colpisa)
Foto :Aplausos
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