viernes, junio 26, 2009

Revolución


Los aficionados reclamamos continuamente el toro encastado e íntegro, y si saliera a la arena este toro que no se cae, aguanta tres buenos puyazos y embiste con pujanza y boyantía o fiereza, exigiría sobre el albero un torero íntegro que no mandara a su picador que lo matara en varas, que se mediría con él en justa pelea y con oficio y valor domeñaría su bravura en una faena aplaudida por un público enterado que reconocería su mérito fuera de toda duda y unos medios de comunicación objetivos divulgarían la noticia en su justa medida.
Para conseguir un toro íntegro sería necesario que lo criara un ganadero que seleccionara en función de la casta y que fuera consciente de la importancia y trascendencia de ello sin dejarse llevar por las demandas del mercado.
Para que todo esto coincida en una plaza de toros necesitaremos un empresario íntegro que seleccione las ganaderías por su historial y su interés para el aficionado y al torero dispuesto a medirse con ellas con el ánimo de satisfacer la legítima aspiración de una afición que va a los toros buscando la emoción y le premie con el aplauso cerrado y la ovación por su entrega.

Todas estas coincidencias de profesionales y aficionados (hombres y mujeres) íntegros sólo podrían surgir de una sociedad íntegra en sus fundamentos, con una escala de valores definida en función de principios basados en el interés de todos, en la que no cabría el corrupto ni el egoísta ni el aprovechado ni el ventajista.
Pero en esta sociedad en la que los poderosos ponen el sistema a punto de reventar por las costuras y luego exigen sacrificios a los humildes para seguir repartiendo las migajas cuando sobran, compran voluntades, desprecian al honesto, se aprovechan del fracasado y se ríen del soñador que evoca la posibilidad de otros mundos, resulta difícil generar personas honestas que se dediquen al toreo o a cualquier otra actividad, estamos en un mundo podrido que camina lenta pero inexorablemente hacia su descomposición y resulta cada vez más difícil remar en contra de esa arrolladora corriente que nos arrastra cada vez con más fuerza.
Resultó para mí muy singular que Clint Eastwood en “El Gran Torino” sólo encontrara la inmolación como solución a los problemas planteados a un hombre honrado por una sociedad degenerada en su base y de inoperante respuesta ante sus justas demandas.
Estamos en un momento crítico, no sé si tocando fondo pero cada vez más difícil de remontar sin una revolución, amigo Costillares, que preguntabas el otro día que hacia dónde vamos.
Jandro
viernes, 26 de junio de 2009

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