Leo a Joseph Roth. De sus impresiones en Arles copio unas lineas:
Y si bien el anfiteatro fue construido para fines crueles y si bien los sangrientos juegos de la época romana eran una auténtica bestialidad (clásica) , las Arenas , como escenario de la corrida de toros - sobre todo tratándose de un espectáculo propio de la pequeña burguesia- se llenan del ambiente de un casino burgués. Esto es lo mas espantoso de las corridad de toros: que el ayudante de la barbería , el sastre y el cabo primero se conviertan en héroes ante la presencia de un animal. Ni siquiera el torero profesional lo es. De paisano es un pequeñoburgués. Pero esta tarde de domingo lleva al menos un disfraz , y es posible que un trapo de color, por el que el toro se irrita con justa razón, llene de auténtica valentía a un campesino avaro que teme a su mujer. Al fin y al cabo, se expone al peligro. Pero a su alrededor, tras la barrera protectora, están los hombrecitos con sus trajes dominicales, hombres débiles y barrigudos que llevan dibujada en la cara la preocupación de una cotidianidad mezquina y de una mínima ambición. Y esta gente lanza boinas e insultos al toro, lo hace rabiar y huye despavorida cuando el animal se abalanza contra la barrera. Todos son expertos. Todos hacen como si pudieran coger al toro por los cuernos. Y veo sus días pequeños y miserables, amargos como sus rostros, su sumisión a todo cuanto pudiera ser "rico" o "superior", su arrogancia ante el indefenso y su humildad ante la fuerza.
Un campesino hinca la lanza en el lomo de un toro, un campesino que mañana regaetará en la subasta de cerdos: ¡todo un héroe! Cantado en las epopeyas del país, heredero de costumbres audaces, portador de antiguas tradiciones, nacido en tierras históricas y, por encima de todo, un pequeñoburgués.
Jamás podré olvidar el óvalo inconmesurable, increíblemente blanco de las Arenas. Sobre las piedras, que miraría lleno de respeto si estuvieran vacías, se sientan los representantes de la vida familiar dominical del sur. La solemnidad del toro, empero, es afín a la de las piedras. Lo sé : en aquel entonces, cuando los gladiadores saludaban gritando "Ave Cesar" a un asesino tocado con una corona, era igual. Sin embargo, aquella generación de insaciable sed de sangre apiló estos inmensos pilares. ¡Y vivió hace dos milenios! En cambio una generación caracterizada por el gramófono y el periódico, el casino y el bacará, no posee el derecho a tener sangre .
Es verdad: "No tenian derecho de heroicidad". Eran hijos de un falso imperio que fabricaba falsos héroes ( !Ay los Trotta!). Llevaba escondido su verdadero nombre -Moises- para poder ingresar en las trincheras de "la gran guerra" y conocer la masacre en el barro.
ResponderEliminarEntró en Rusia casi bolchevique y salió casi monarquico y vió de primera mano cómo los odiados burgueses eran sustituidos por "proletarios filisteos".
Exiliado eterno , terminó anegando la lucidez en alcohol.
Nosotros somos "sus nietos" y conviene conocer la vida y verdades del "abuelo".
Te agradezco que lo saques en esta plaza.Siguen vigentes sus palabras.
En efecto acabó monárquico. Ahí está su obra La Cripta de Capuchinos, que es conmovedora. Dicen que, preocupado por el alcoholismo del escritor, Otto de Habsburgo le ordenó algo así (escribo de memoria) como: "Soy tu emperador y te ordeno que dejes de beber". Parece que abandonó un tiempo su adicción, pero al final volvió a ésta.
ResponderEliminarYo también me alegro de que se recuerde a Roth en este espléndido blog.
Saludos cordiales a todos.