La foto de Juan Pelegrin despierta las viejas musas: Nada inspira tanto como un toro bravo.
Castaño era el toro, y de color tiznado,
erizado de cerro y lomo altivo,
corto de pies, de manos apartado
los ojos grandes, como fuego vivo,
de espeso remolino coronado,
en mirar espantoso y vengativo,
como un erizo levantado el vello,
de cuernos altos y poderoso cuello.
"Octavas a la desgraciadas y lastimosa muertede don Diego de Toledo".
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