Toro que llamaron de carril y al que mejor podrìa llamarse de carreta, porque son mansìsimos seguidores o pasantes del torero que les conduce inacabablemente de ese modo, hacièndolo dar vueltas y vueltas hasta marearlo y aburrirlo; como al espectador que lo contempla; hasta entontecer a los tres, al torete manso, al torero y al espectador o pùblico, con tan inacabable como cansado antiartìstico ejercicio estùpido.
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