viernes, octubre 13, 2006

El Aficionado nº 24

Hace unos días ha visto la luz el fanzine taurino número 24 de la Asociación Cultural "La Cabaña Brava", se puede descargar, en formato pdf, perfectamente preparado para imprimir, doblar y leer, desde su página web.

Hablando mal y pronto, está de la ostia, como es normal se centra mucho en los problemas de la Tauromaquia en Aragón, que no distan mucho de los del resto del mundo, y luego tiene artículos de opinión, entrevistas, reportajes, poemas, un poco de todo pero siempre con el Toro como protagonista. Aconsejo leerla, yo de momento solo lo he hecho en parte, porque es muy densa.

Destaco por su notoria actualidad,(Si el tiempo no lo impide y con permiso de la autoridad voy a asistir), la crónica de David Diez sobre la corrida de Prieto de la Cal el 15 de agosto del 2006 en Cenicientos, que sin autorización, espero no se molesten por ello, copio y pego a continuación:

APOTEOSIS VÁZQUEÑA

El día 15 de agosto el despertador sonó muy temprano en nuestro alojamiento rural. A pesar de habernos acostado tarde, la ilusión por descubrir el tesoro “vazqueño” de la vacada de Tomás Prieto de la Cal nos impulsó a marchar hacia los corrales casi sin desayunar. Y la verdad es que lo animales que fueron bajando de los camiones no sólo no defraudaron sino que impresionaron por su enorme belleza y fiero aspecto. Decir que las labores de desencajonamiento se desarrollaron en medio del silencio sepulcral impuesto a voz en grito por el propio ganadero. Aquello era serio de verdad, nada que ver con otras labores de apartado y enchiqueramiento que normalmente estamos acostumbrados a ver. Todos éramos conscientes de la gran importancia de lo que estábamos allí viendo, que en palabras del ganadero era “la corrida más seria que iba a lidiar en sus treinta y un años al frente de la vacada”. A partir de ese momento y hasta la hora de inicio del festejo regresamos a nuestra agradable rutina de aperitivos y tapas, con la expectación en todo lo alto ante lo presenciado por la mañana. Por si fuera poco, en un momento del mediodía y callejeando por el pueblo dimos con el ganadero, Tomás, quién junto a un amigo iba consumiendo las horas previas al festejo. Allí todo eran conjeturas, expectativas y agradecimientos por la gran corrida de toros que nos disponíamos a presenciar.

Bien, y llegó la hora de la corrida. De ella la mejor definición que se nos ocurre es que fue todo un espectáculo de integridad y seriedad, propiciada por la gran presentación de los toros de la vacada de Prieto de la Cal. Conviene aclarar que eran toros hondos, cuajados, pero bien construidos, serios hasta el último músculo. Nada que ver con los animales regordíos, apresuradamente rematados o de falso trapío que tan acostumbrados estamos a sufrir. Lo que vimos aquella tarde fueron Toros con el verdadero trapío del animal íntegro desde su nacimiento. Bravos hubo dos, segundo y quinto, el resto sin mansear tuvieron un comportamiento complicado, aunque en su honor hay que decir que aguantaron el brutal castigo a que fueron sometidos por los picadores sin caerse ni venirse abajo. Sin duda, nos quedamos con el quinto toro -uno de los más importantes de la temporada- por su bravura, fiereza y casta. Este toro, junto al segundo, le cayó en suerte o desgracia a Ruiz Manuel quién juntó a sus compañeros Pauloba y Juan Avila pasaron enormes fatigas para poder estoquear este encierro. Como anécdota señalar que esta corrida fue ofrecida, nada menos, que a treinta toreros los cuales amablemente rechazaron la invitación para anunciarse con ella. Con eso, creemos que queda dicho casi todo.


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