"A ver cuantos pases aguanta"

Sucedió en cualquier corrida de Figuritas. Al toro de procedencia Domecq no le dieron ninguna opción. No se le permitió desarrollar su bravura en el primer tercio, el tramo de la lidia considerado esencial en la tauromaquia clásica. Al toro de procedencia Domecq le dieron seis mil pases seis mil. Ni un sólo puyazo. Al toro de procedencia Domecq ni siquiera le permitieron ser bravo en su distancia, la natural de su acometida, sino que le impusieron los muletazos sin pauas. Al toro de procedencia Domecq le sobaron tanto que llegó aborregado a la suerte suprema. Lo condenaron en el tentadero. Si eso es la corrida moderna, que no las haya.

No tiene sentido hacer una corrida de muletazos. De sumar muletazos. No. Nadie que se precie de ser aficionado a los toros puede permitir una pesadez sin igual, por el prurito de hacer que un toro acuda, una y otra vez, para hacer reincidente su borreguez. Ningún aficionado necesita de más allá de tres series ligadas para saber si el torero ha podido torear o no. Y hablamos de la plaza, no del campo. Acude tras la pañosa y no se va. Una vez. Dos veces. Tres veces. Ningún aficionado que se precie desconoce que si el toro es bravo sobra mas muletazos. Y ningún aficionado que se precie desconoce que eso que sobra es lo que es necesario y vital para que el toro desarrolle su bravura total: Crecerse ante el castigo durante la suerte de varas.

¿Qué sentido tiene hacer tantos bostezos, tanto derroche de borreguismo, tanta pesadez, si antes no se tiene la sensibilidad y la medida de buen aficionado de permitir al toro luchar por su vida demostrando su bravura en el primer tercio? ¿Y si el toro es excepcional? ¿Acaso ese derroche de generosidad en la muleta no merecía una oportunidad en el peto? Este es el lema de las corridas modernas y el de los trincones en general. El borrego, el que no ve peto, el que no quiere pelea, el borrego ese es el que gusta. Al bravo, al que se viene por derecho, al que mete la cara en el peto, abajo, con fijeza y se emplea de atrás, … para ése, no hay piedad, ese no lo quieren. Ser bravo en esta tauromaquia de grandísimos periodistas, que no tienen huevos a firmar lo que escriben, es llevar las de perder. Esta suerte de muleta es una suerte de pesados. Jamás de bravura.

Ningún aficionado que se precie de serlo, ni de ésta ni de las anteriores épocas pueden decir que al toro de procedencia domecq se le midió y se le vio su bravura en el peto. No. Fue una prueba de “a ver cuántos muletazos aguanta”. Jamás abogaremos por una fiesta del “cuántos muletazos aguanta”. Por respeto al toro. Por respeto al torero (al de verdad), al ganadero y a la sana e inteligente evolución del toreo y de la bravura. Por respeto al aficionado y porque sin Toro nada tiene importancia. Por una fiesta íntegra, No al Fraude.

Pdta: Saludos al editorialista de Mundochoto, bacinilla en la que poto.