-No.
-Te mando unas lineas de la "crónica" titulada "El fracaso del "torismo":
"Alguno de los toros lidiados ayer parecian escogidos por los ganaderos para hacer limpieza en sus fincas(...). Por ejemplo, los toros de Cuadri y Pablo Mayoral (...) o el de Adolfo Marín, con menos presencia que el 90% de los novillos lidiados esta temporada en la misma plaza. En resumen un desfile de carne para el matadero del encaste que tanto reclama el sector más beligerante de la plaza.
Foto: Comadrón (Adolfo Martín). La foto es de Iván de Andrés para Burladero.com
Se ve que este señor. al que no tengo el placer de conocer, sabe un güevo de toros...
ResponderEliminarEste personaje sólo intenta hacer méritos dentro del Taurinismo Oficial Reinante con miras a SobreSalir en un futuro, es el mismo que escribió un articulo sobre miembros del Siete, contando sus trabajos, sus relaciones personales, con su fotito correspondiente.
ResponderEliminarVaya personaje, no si asi va a llegar lejos este pájaro
ResponderEliminar"A ver cuántos puyazos aguanta"
ResponderEliminarEditorial www.mundotoro.com
Sucedió en la Corrida Concurso de Las Ventas. Al toro de Adolfo Martín no le dieron ninguna opción. No se le permitió desarrollar su bravura en el último tercio, el tramo de la lidia considerado esencial en la tauromaquia moderna. Al toro de Adolfo Martín le dieron seis puyazos seis. Nada de regatón. Con la puya. Al toro de Adolfo Martín ni siquiera le permitieron ser bravo en su distancia, la natural de su acometida, sino que se la impusieron. Al toro de Adolfo Martín le hicieron tanto daño y sufrió tanto castigo que llegó muerto en vida a la muleta. Lo condenaron en el peto. Si eso es la corrida concurso, que no las haya.
No tiene sentido hacer una corrida concurso de puyazos. De sumar puyazos. No. Nadie que se precie de ser aficionado a los toros puede permitir una batalla campal en el caballo por el prurito de hacer que un toro acuda, una y otra vez, para hacer reincidente su bravura. Ningún aficionado necesita más allá de tres puyazos en regla para saber si el toro es bravo o no. Y hablamos de la plaza, no del campo. Acude, pelea en el peto, no se va. Una vez. Dos veces. Tres veces. Ningún aficionado que se precie desconoce que otros tres puyazos más sobran. Y ningún aficionado que se precie desconoce que eso que sobra es lo que es necesario y vital para que el toro desarrolle su bravura total. Embestir en la muleta.
¿Qué sentido tiene hacer tanta sangre, tanto derroche de bravura, tanto desgaste, si luego no se tiene la sensibilidad y la medida de buen aficionado de permitir al toro luchar por su vida en el último tercio?, ¿Y si el toro es excepcional?, ¿Acaso ese derroche de generosidad en el peto no merecía una oportunidad en la muleta?.
Este es el lema de las corridas concurso y el de la suerte de varas en general. El manso, el que se escupe del peto, el que no quiere pelea, sale casi ileso y llega entero a la muleta. Al bravo, al que se viene por derecho, al que mete la cara en el peto, abajo, con fijeza y se emplea de atrás,… para ése, no hay piedad. Ser bravo en esta tauromaquia de grandísimos aficionados es llevar las de perder. Esta suerte de varas es una suerte de castigo. Jamás de medida.
Ningún aficionado que se precie de serlo, ni de ésta ni de las anteriores épocas, puede decir que al toro de Adolfo Martín se le midió y se le vio su bravura en el peto. No. Fue una prueba de “a ver cuántos puyazos aguanta”. Jamás abogaremos por una fiesta del “cuántos puyazos aguanta”. Por respeto al toro. Por respeto al torero (convidado de piedra y acobardado), al ganadero y a la sana e inteligente evolución del toreo y de la bravura.