El
triunfador de la tarde se llama Javier Jiménez. Es una alegría
comprobar la trayectoria ascendente de este torero de Espartinas.
Javier no
esperó en las tablas a que le llevasen allí
su toro (Clarinete se llamaba el tercero de la tarde)
sino que fue, decidido a buscarlo a su querencia en
terrenos relativamente próximos a toriles. Y desde allí, se
fue atravesando toda la plaza, andando para
atrás, perdiéndole pasos,acostumbrándole a
embestir, desengañando al manso, con
capotazos suaves, precisos y medidos para, cuando ya
lo tuvo encelado en el engaño, comenzar -entonces
sí- a torear por verónicas, con ajuste y
hondura. desandando el camino andado y ganándole al
toro el terreno y la partida.
A
partir de ahí, el toro pareció ya otro,
mucho mejor que sus hermanos, sobre todo desde banderillas,
quizás también porque Manuel Cordero lo picó muy
bien y la cuadrilla (citemos a Lipi) le dio la brega
precisa.
Brega
o lidia que había comenzado en los lances
de recibo de Javier Jimenez quien, desempolvando tauromaquias
añejas, nos hizo sentir la emoción de ese buen
toreo que viene del conocimiento de las reses y de
la intuición y la inteligencia del
torero.
Clarito
en “la razón incorpórea”
Foto: Arjona para Aplausos
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