En
1923, Hemingway llegó a Pamplona y fue testigo de esa explosión de
vida que es la fiesta de San Fermín, en cuyo corazón hay grabado un
camino que va desde los corrales a la plaza, y una feria: la del
Toro.
Cuando
volvió, en 1959, la ciudad había cambiado tanto que casi no la
reconoció, y escribió: «Se han sumado 40.000 turistas. No había
ni veinte cuando llegué, hace casi cuatro décadas».
Hace
ahora seis años, cuando yo fui por primera vez, había más de un
millón. Y aunque San Fermín ha sido como ‘el padre’ de mi
afición, y la elegante Feria de Abril de Sevilla, la madre, es para
mí Cuéllar –con su antigüedad– mucho más cercana y personal
que esos dos espectaculares padres. Por eso siempre vuelvo, desde que
conocí al escultor Dyango Velasco el sábado del pregón de 2012.
Desde
entonces nunca vengo solo. A lo largo de estos años me ha acompañado
una extraña y maravillosa mezcla de gentes. En 2013 vinieron
conmigo, a vuestra hermosa ciudad del caballo, un primo muy lejano,
el Conde de Westmorland, hijo del que fue Maestro de Caballos de su
Majestad la Reina Isabel II, y Richard Dunwoody, el mejor jockey que
nunca ha tenido mi país, ganador del Grand National, la carrera de
caballos más peligrosa de Inglaterra, no una, sino dos veces.
Al
año siguiente, me acompañó Nicolás Osorio, el hijo mayor del
Duque de Albuquerque, cuyo antiguo castillo abraza vuestra ciudad. Su
abuelo, que corrió el Grand National Británico unas veinte veces,
nunca lo ganó, pero sin embargo se hizo famoso por romperse más
huesos que ningún otro jockey. Por eso se ganó el apodo de ‘Duque
de Hierro’, y no por su dureza política, como Wellington, si no
por todas las agujas y placas de metal que mantienen unido su
esqueleto.
Este
año vengo con más extranjeros que nunca, algunos ya conocidos en
Cuéllar, otros nuevos. Vuelve este año, Jim Hollander, fotógrafo
de guerra y de toros, de la Agencia Europea de Fotos de Prensa, que
fue galardonado el año pasado con el Premio EHToro por divulgar los
encierros de Cuéllar, y que acaba de recibir un homenaje como ‘guiri
del año’, organizado por Mikel Urmeneta en Pamplona, y además de
haber publicado el libro ‘De Pizarra a Pamplona’: a través de
España a caballo, las memorias del viaje en el que cuando era un
adolescente atravesó España a caballo con su padre, Gino Hollander,
un gran pintor taurino cuyos cuadros adornan las paredes de la Casa
de Misericordia de Pamplona. Jim fotografiará este año el encierro
de Cuéllar a caballo, para la prensa mundial, mientras yo, a su lado
pondré las palabras.
En
las calles, veremos de nuevo a Larry Belcher, ya conocido por los
lectores de estas páginas después de celebrar sus cuarenta años de
encierros en España. Gran campeón tejano del rodeo americano hace
años, se casó con una castellana, la doctora Ana Cerón, y se
trasladó a España para convertirse en profesor de la Universidad de
Valladolid y en vuestro vecino.
Junto
a estos taurinos veteranos, encontraremos a otros más jóvenes
(entre los que no me incluyo, ahora que he cumplido cuarenta años),
como Jordan Tipples, galés, con el corazón de un león y que sigue
la tradición del gran aficionado galés Noel Chandler, cuya muerte,
el año pasado, aun lloramos. Fue Noel el que me enseñó la
filosofía del primer corredor extranjero que fue aceptado por los
locales en Pamplona, Matt Carney, veterano de la Segunda Guerra
Mundial, del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, con cuyos
hijos, Allen y Deirdre, corro en Pamplona. Y es que no se debe correr
por la gloria, sino por la alegría de hacerlo. Esta enseñanza se
olvida hoy en día demasiado, como la que me enseñó Juan José
Padilla, que me dijo después de perder el ojo en Zaragoza en 2011:
«Las cicatrices no son medallas, si no las pruebas de nuestros
errores». Este tipo de orgullo no tiene cabida en la plaza, ni en
las calles.
Y
también estará Chloe Drakari-Phillips. Chloe fue por primera vez a
Pamplona hace veinticinco años, aunque solo tiene veinticuatro (su
primer San Fermín fue cuando su madre estaba encinta). Esta hija
adoptiva de los sanfermines es el alma de esa parte de Pamplona que
vibra y se apasiona con la fiesta, y que me ha enseñado una parte
más lúdica de las ferias taurinas de España, a mí, un hijo
adoptivo de la Feria del Toro.
Y
como parte de este espíritu de cooperación entre locales y
extranjeros, le he pedido a Enrique Bayón Brandi, un pastor
principal, que me ayude a organizar un almuerzo de corredores,
siguiendo la tradición que empezaron hace treinta años en Pamplona
nuestros grandes amigos y grandes corredores, Julen Madina y Joe
Distler, reuniendo un pequeño grupo de corredores locales y
extranjeros para celebrar un almuerzo de hermandad. Así esperamos
añadir una nueva tradición internacional al encierro más antiguo
de España. En señal de respeto con los toros y los que trabajan con
ellos, dedicaremos nuestra primera reunión a la memoria de Víctor
Barrio, e invitaremos a David Mora, el diestro que esa tarde lidiará
los toros que correremos por la mañana.
Es
algo bonito traer a Cuéllar una costumbre de Pamplona, ya que el
encierro de Cuéllar es casi con seguridad el padre del de Pamplona,
aunque este sea más famoso. Los Duques de Albuquerque III y IV, el
padre de Nicolás Osorio, es el XIX, eran los virreyes de Navarra
entre 1452 y 1464, cuando empezó a escribirse sobre los encierros en
esa parte de España.
De
modo que pondré en la maleta mi chaqueta de atletismo, con sus
distintivas rayas rojas y blancas, en honor de la unión entre las
tradiciones de España y las mías propias, y entraré en la
recepción del hotel San Francisco para participar una vez más en
las ferias de Nuestra Señora del Rosario y en el abuelo de todos los
encierros que acontece en ellas. No puedo contener la emoción.
Alexander
Fiske-Harrison en El Norte de Castilla (28/8/2016)
Fotos.
Jim Hollander
No hay comentarios:
Publicar un comentario