Vuelta al ruedo al 6º de de Prieto de la Cal. Toros como lo fueron toda la vida de Dios: imprevisibles, problemáticos e indómitos. Muy buen espectáculo el brindado por Rafaelillo, Javier Castaño y los toros veragüeños, siempre manteniendo el interés.
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Prieto de la Cal ofreció una notable corrida de toros, y digo bien, toros en su pleno sentido de la expresión, nada que ver con el bicho semimoviente que va y viene teledirigido, de carril, previsible y monótono. Toros en toda su dimensión, salvo la presencia que es propia de una plaza de tercera, pero de variada gama; unos bravos y otros más mansos, unos blandos y otros más poderosos, unos humilladores y otros con un látigo en el cuello, unos nobles y otros con muchísimo sentido. Toros para obligar a los matadores a desplegar todo su catálogo de conocimientos sobre terrenos, distancias y querencias. Toros que no regalan embestidas tontamente si no es cambio de generosa entrega y pulso medido. Toros que obligan a las cuadrillas a lidias precisas y exactas para que desarrollar todas sus virtudes y limar sus asperezas. Toros que no conceden al público el gusto de despenar kilos y kilos de pipas. Ni siquiera de parpadear más de la cuenta. Toros que salían por toriles queriéndose comer al mundo, que remataban con toda su alma contra los burladeros sin que les asomara una mínima astilla (bendita naturaleza y malditas escayolas) y morían con la boca cerrada. Toros que imponían la ley de los quince muletazos y la estocada, en las antípodas del toro que permite pegarse cien pases sin enterarse de la película y de las faenas inacabables que sólo conllevan el sopor más absoluto
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Muy buen espectáculo el brindado por Rafaelillo, Javier Castaño y los garlopos de Prieto de la Cal en Hellín, variado como en botica y siempre manteniendo el interés. ¡Vivan las tardes de Toros que no se ciñen a un guión preestablecido!
Pepe Morata en Pureza y emoción -Aquí la crónica completa -
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