(...)
La suerte de varas sirve para medir la bravura del animal y comprobar si se crece o no ante el castigo. Tiene que entrar al menos dos veces al caballo porque la primera no sabe con qué se va a encontrar. El caballo y el peto tienen que ser ligeros. Se deberá dosificar el castigo, que se tiene que aplicar de forma medida y en varias veces.
(...)
El picador debe lanzar la puya que debe caer en el morrillo –en la parte final del mismo- y no en la cruz
(...)
El mayor quebranto del toro actual es porque se pica en la cruz o más atrás y además caído,
(...)
Lo que hay que desterrar sin compasión es el monopuyazo, que es la antítesis de la esencia de dicha suerte, así como la suerte de la “carioca”, inventada en su día para impedir la salida de los toros mansos que huyen de la suerte. Y tampoco es necesario rebajar el “castigo” de la puya actual si se hace correctamente la suerte. Lo que sí habría que hacer es acortar la longitud del faldón del peto, como se indica en los reglamentos autonómicos de Navarra y Aragón, en los que se dice que deberá quedar a una altura no inferior a 65 cm. del suelo (Arts. 62 y 50.2, respectivamente). De esta manera, los toros que humillan y con poder tienen la posibilidad de levantar el caballo del suelo y sentir que pueden vencer a su enemigo.
(...)
Es absolutamente indispensable volver a la senda del toro bravo que sea capaz de enfrentarse con éxito a esta suerte, picar con caballos ligeros y de gran movilidad y hacer la suerte correctamente. Cuando estos factores se conjuguen, la suerte de varas volverá a tomar el protagonismo que nunca debió perder y será un puntal para seguir sosteniendo la Fiesta de los toros y, con ella, la Tauromaquia. Porque una cosa es segura: la desaparición de la suerte de varas sería el fin de la Tauromaquia.
Antonio Purroy en El Chofre - Aquí el artículo completo -
Foto: André Viard
No hay comentarios:
Publicar un comentario