martes, abril 07, 2015

Bravos ibanes, muy notable Juan Del Álamo



LA GUINDA TORISTA de la Pascua de Arles la puso una brava corrida de Baltasar Ibán. Hermosa, variada y desigual. Sin ser particularmente ofensiva –muy astifino el sexto, y eso lo distinguió de los demás-, fue corrida de cara presencia. El trapío es apariencia y seriedad. Un toro cinqueño, que rompió plaza, con la hondura propia de la edad. Cuatreños y bien hechos los cinco restantes. De bello cuajo segundo y tercero. Ovacionado de salida el quinto.
No solo el escaparate. Los seis fueron bravos en el caballo: de largo se arrancaron todos, pero no todos pelearon igual. Los dos picadores de la cuadrilla de Juan del Álamo, Paco María Cenizo y Óscar Bernal, certeros y valerosos, buenos jinetes, lucieron sendos tercios de varas. Y se celebraron los dos.
Los toristas del país reclamaron hasta un tercer puyazo para el tercero de corrida, el picado por Paco Cenizo, pero no quiso el palco. El toro, que arreó en serio y se vino arriba luego, lo habría admitido. Son cosas que después se descubren. Ese fue el toro de la tarde: el más completo y pronto, el de más ganas de pelea de los veinticuatro en puntas jugados en la feria, Con su ritmo agresivo, su entrega y su punto fiero. “Camarito”, número 44. De reata reconocida en la ganadería.
Con el toro de la feria estuvo hecho un jabato Juan del Álamo. Encajado y templado en el saludo de capa –el toro al ataque, el rabo enhiesto, desfogándose en cada viaje-, listo para lidiar sin un capotazo de más, y bravo, ambicioso y seguro a la hora de la verdad, que fue la de ponerse delante sin trampa ni cartón. Tragar, aguantar y acompasarse. Dar al toro la distancia donde más brioso se venía. Ligarlo sin perderle pasos ni tomarse ventajas.
Faena de gran corazón, siempre sostenida y, sin embargo, faena a más. De emoción. Dos tandas con la izquierda –una de ellas, de hasta cinco ligados y el de pecho- fueron espléndidas. 
(...)
Las dos le dieron al torero de Ciudad Rodrigo del sexto, que fue con diferencia el más complicado de la tarde. Toro degollado, negro bragado, de hechuras y estirpe distintas al común de la corrida. No muchas fuerzas –soberbio el segundo puyazo de Óscar Bernal, el palo echado a la mexicana, y ovacionadísimo por eso- y el estilo pegajoso propio de la casta sin poder, que es tan incómoda. Como algún toro de Victorino, por ejemplo.
Sopló viento de última hora. Del Álamo buscó dónde. Y acertó con la fórmula: paciente, la muleta al hocico cuando el toro empezó a revolverse, valor frio para tragar dos parones, sueltos los brazos, seguridad rampante y faena de menos a más. Soberbios los de pecho. Hasta llegar a tener en la mano el toro. Nada sencillo. Una estocada hasta la bola. Sin puntilla el toro, que se arrastró entre ovaciones. Sacaron a saludar al mayoral.

Barquerito- de la crónica "Bravos ibanes, muy notable Juan del Álamo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario