"Y lo que yo he querido poner de manifiesto es que en la fiesta nacional el toro es la obra y el torero el intérprete. Sin desvirtuar lo esencial, no puede permitirse que el toro se supedite al torero.Por eso fui lagartijista de la primera hora y frascuelista de la última. Para aquellos dos toreros fue el toro la razón suprema del espectáculo. No les cegó su calidad y su influencia de intérpretes famosos para colocarse delante de la obra y eclipsarla. Pocas veces se preguntaba en su tiempo "¿Quién torea?", sino únicamente "¿Qué toros se lidian?".Al entronizarse con caracteres de normalidad el personalismo torero, el "fulanismo" odioso, ha surgido lógicamente la protesta de los que tenemos guerra declarada al ídolo, al "divo", al "virtuoso".F. Bleu
martes, enero 17, 2012
Sobre el "fulanismo" odioso
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