miércoles, diciembre 26, 2007

Sobre una fotografía de Alfonso Sánchez García

El suceso ya es conocido, lo copio del blog Sol y Moscas:
Acaecido un 23 de enero de 1928:
¡Un toro bravo huido del matadero siembra el terror en la Gran Vía madrileña!En la conducción del ganado bravo, o semibravo, al matadero de Madrid un toro se desmandó del resto de la piara, en las inmediaciones de Carabanchel Bajo, y entrando en Madrid por el puente de Segovia sembró el pánico por sus calles, atropellando e hiriendo a varias personas, a una mujer de suma gravedad en la calle Leganitos. Desde las ocho de la mañana andaba el cornúpeto arremetiendo contra todo lo que se oponía a su paso, y a las once apareció en la Avenida del Conde de Peñalver (Gran Vía), Diego Mazquiarán, "Fortuna" (en el centro de la foto con abrigo claro y sombrero), que casualmente transitaba por ella, se quitó el abrigo y detuvo sus carreras con varios lances, expuesto a caer al suelo por hallarse este encharcado. Impidió con valor y maestría que el toro abandonara el engaño y le tuvo embebido en él hasta que llegó el estoque que había mandado a buscar a su casa, relativamente cercana. Con el abrigo a guisa de muleta le dio media estocada en lo alto; unos momentos después sacó el estoque, le corrió por el cerviguillo del animal y le descabelló al primer intento (...)
Raúl Guerra Garrido conversó con Alfonso Sánchez García , fotografo que inmortalizó el suceso en varias fotografías, dos de las cuales se pueden ver actualmente en el bar Stop sito en la calle Hortaleza, nº11, de Madrid. Una de esas fotos es la que ilustra este post y sobre la que Raúl escribe:
La segunda foto es un posado, es la de la apoteosis hasta entonces inédita y puede que nunca más reproducida en ningún lugar. Es una foto de grupo y su composición es la clásica del safari, los cazadores con la pieza abatida. Como es lógico está tomada desde enfrente. Ningún objeto en primer plano. En el tercio inferior de la imagen los adoquines de la calle, en el medio el morlaco abatido por una estocada un tanto trasera, pero al parecer suficiente, y en el superior los espectadores del acontecimiento, unas quince personas, todas hombres. El toro, cuya sangre no coloreada se difimuna entre las tonalidades obscuras de la piel, se ofrece mirando al objetivo y su descomunal porte bien pudiera sobrepasar la media tonelada. Por desgracia carece de nombre, y el de "Saltón", ofrecido por un espóntaneo, no es muy digno de crédito. Los hombres, todos con chaqueta, corbata y sombrero, se ofrecen risueños a la cámara, eufóricos por un éxito que en cierto modo se atribuyen por estar inmortalizándolo , y condescendientes permiten que algún menestral con la bata del oficio se asome a sus espaldas. La foto se centra en la hierática presencia de Fortuna, impasible y ajeno al entusiasmo con que alguien agita en el aire el trofeo de las dos orejas.
La hazaña se convirtió en un acontecimiento nacional. Diego Mazquiarán , el Fortuna, era de Sestao y pertenecía a esa casta de extinta de los toreros vizcaínos de "por la sombra y por lo sobrio."
Nota: Alfonso Sánchez aclara al periodista que el toro no iba al matadero sino que iba a ser lidiado en la Plaza de Toros de la calle Felipe II. Además, Fortuna no utiliza un estoque, sino un sable que se tomó "prestado" en el Círculo Militar sito en la Gran Vía Madrileña.

2 comentarios:

  1. Yo no estoy muy de acuerdo con eso de que el hecho de Fortuna fuera "la apoteosis hasta entonces inédita y puede que nunca más reproducida en ningún lugar", y si no lean: "Hablando de sus viajes por el mar, contó Rafael que una tarde, a mitad del océano, se oyó un grito en cubierta: Un toro del lote que llevábamos para Méjico se había escapado. Todo el mundo quería ocupar las lanchas de socorro. Pero yo fui al comedor, cogí un mantel y salí en busca del forajido que después de algunas correrías se quedó parado junto a una baranda. Apenas me vió, se vino hacia mí, yo le di tres o cuatro pases. Hasta que un marinero, adivinando mi intención, separó un pretil que daba al agua y me señaló la salida. Y le dí al animal una verónica ajustada, sin más posible camino que saltar al mar. Al agua pato..." Una salva de aplausos sonó en honor del lidiador. Y "en tonces yo grité: ¡ea señores! los tiburones ya tienen merienda para esta tarde".
    De la obra "Rafael El Gallo. Vida ajetreada y muchas fantasías del Divino Calvo", original de Francisco Narbona, padre de la Ministra amiga de todos los aficionados. Feliz año para todos.
    Oselito.

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  2. Eso si que eran toreros, dentro y fuera de la plaza.

    Un saludo y un Feliz Año 2008 lleno de Puertas Grandes

    Manoletina

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