la única forma de salvar la situación, y mientras quede el más mínimo pálpito todavía hay esperanza, será con la vieja fórmula de la emoción que conlleva el riesgo y dándole, por tanto, la máxima importancia a quien es capaz de proporcionar este ingrediente: el toro en su integridad, el auténtico protagonista de la fiesta. El desfallecer ahora sería hacer bastante más el juego al taurineo que lo que se lo han hecho estos últimos disfrazados “amigos” de la fiesta y ponerles bajo sus pies un camino de rosas para que alcanzasen más temprano que tarde lo que vienen pretendiendo desde hace mucho tiempo. A cada uno lo suyo, insisto, y mientras a algunos les toca seguir en su papel de trincar y seguir exprimiendo la teta de la vaca ( desmochada, mansa y descastada, por supuesto), a otros nos tiene que corresponder el seguir en el empeño de no darnos por vencidos e intentar, por lo menos, mantenerla con vida.
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