El de Aleas, de pocas arrobas, pero finamente criado, recogido de cabeza y de pitones, había hecho una buena faena en el primer tercio: bravura, nobleza, aunque no mucho poder.
Al sonar los clarines, cogió Gallito los palos y se los ofreció a sus compañeros, saliendo él por delante con un par de frente, cuadrando en la misma cara, que ni dibujado. Pastor metió uno muy bueno al cuarteo y Bombita, llegando a la cara con su acostumbrada maestría, uno un poco desigual.
Y el gran artista se dirigió hacia el noble bruto con la calva al aire y en la mano izquierda los chismes de matar. Tanteó con la izquierda y al arrancarse el toro, le dio un pase cambiado, aguantando mecha de verdad. Después….después con la izquierda, siempre con la izquierda, inclinando ligeramente, graciosamente, el cuerpo para cargar la suerte, corriendo la mano lo preciso, ni una línea más, ni una línea menos de lo conveniente, moviendo el brazo con pausa, recreándose, dio una serie de muletazos tan preciosos, tan justos, tan ceñidos, que yo declaro con la mano en el corazón que no vi nunca cosa parecida.
Y todo ello aderezado con esa sal que le brota por todos los poros de su cuerpo y con esa severa seriedad de los grandes toreros. ¡Qué pensaría el toro de todo aquello!
Las explosiones de entusiasmo se sucedían a cada pase maravilloso del tremendo artista. Ya no eran los suyos los impresionados por aquella labor inenarrable y sin par en el toreo. Eran los de Bombita, los de Pastor, los indiferentes, todos enroqueciendo de júbilo, con los ojos inyectados de la sangre de la emoción que volteaba vertiginosa por las venas.
¿Cómo mató? Mejor que otras veces. Un pinchazo en lo duro citando a recibir y una alta bien dirigida.
Don Modesto
Nota: Había leído anteriormente esta crónica y creo recordar que se indicaba que en el último tercio Rafael solo dió 9 pases (puede que lo leyese en una nota a la crónica...o que no fuese en esta ...)
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