Cierta tarde presenciábamos juntos una corrida. Un torero cualquiera arrastraba penosamente los pesados pases que componen una faena cualquiera; una de esas faenas standar de las que hoy se prodigan hasta el infinito y por las que los que se visten de luces logran, con seguridad infalible el premio de las orejas...
Cayetano y yo, tristes y aburridos ante aquella faena "exitosa" (...) echamos a volar nuestro pensamiento hacia el recuerdo de otras faenas auténticamente toreras hechas por toreros de verdad. Fue entonces cuando el hijo mayor del Niño de la Palma, como pensando en alto, como dejando asomar al exterior una duda que en el momento mismo de planteársela se le transformaba en seguridad plena, masculló este pensamiento profundo:
-¿Por qué será, Luis, que sólo nos gusta eso que creemos nosotros que es lo bueno, y que luego resulta...que es lo bueno?
Luis Bollaín (Abc)
¡¡¡¡¡¡¡VENTE, ARMA MIA¡¡¡¡¡¡¡¡
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