Cada vez que Belmonte entraba en un bar de Sevilla y la veía colgada de la pared, le decía al dueño:
- Fulanito, me llevo esta foto. Pero no te preocupes, que mañana te traigo otra.
Un día, un amigo tuvo el valor de preguntarle:
- Juan, ¿es que no te gusta ese muletaso?
- No es el muletaso lo que me molesta, sino que el fotógrafo ha cogido justo el momento en el que los cojones del toro están entre los míos. Y no me gusta que en los bares de Sevilla se vea una foto donde parece que me cuelgan los cojones.
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