El problema es que hemos banalizado un rito sacro más que trimilenario, convirtiéndolo en una vulgar fiesta estética, en la mayoría de los casos. Y para eso no hace falta casta ni pitones, solo un compañero colaborador, que sea negro, de cuatro patas, y que parezca un toro.Vía : comentario de Paxi Arrizabalaga en el post de Antonio Díaz "Hacia un monoencaste de aficionados"
Foto: Ramón Masats
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