miércoles, febrero 10, 2010

Ramón y el Torero Caracho (Gómez de Lesaca)

RAMÓN Y EL TORERO CARACHO

“Todo lo que no tenga humorismo se convierte en un cuento de miedo que no mete miedo a nadie”. Esto afirmaba en un ensayo, publicado en Revista de Occidente en 1928, Ramón Gómez de la Serna. Noctámbulo, bohemio y cabeza de una de las tertulias más célebres de su tiempo. Era único y creo que nunca se reconocerá suficientemente su importancia en la cultura española. Dio cabida en su obra al mundo de los toros. Escribió El torero Caracho (1926) una novela de tema taurino que nada tenía que ver con el costumbrismo al uso. José Alsina en su artículo “El "Ramonismo" en los toros” (ABC, 1-4-1927) escribió que nunca se había aplicado, hasta el momento, “la lente de una literatura y de una comprensión modernas” a la fiesta nacional. Es posible que esto sea excesivo pero, por supuesto, la obra de Ramón es de aconsejable lectura para los aficionados a los toros y a las letras, en especial para los que quieran conocer el periodo de las vanguardias en España del que otro gran vanguardista, Juan Belmonte, fue coetáneo. El ejemplar se vendía a cinco pesetas, el precio que tenían, más o menos los libros de Ortega en aquéllos años. Fue un libro bien recibido por los lectores más inquietos y modernos en aquellos años finales del reinado de Alfonso XIII. Así, en La Gaceta Literaria de primero de marzo de 1927, con motivo del carnaval, se publicó una caricatura de Ramón como Caracho. Aparecía muy derecho y de perfil. Sin sentar doctrina, que no es mi intención, creo que una de las claves de "El torero Caracho" es la reflexión sobre la muerte, los muertos y lo fúnebre, asuntos en los que estaba Ramón muy interesado. El humor negro se une a cierta visión melancólica de las cosas y sin acritud alguna. Las referencias taurinas son el resultado de su gran capacidad de observación, de escribir tras conocer bien la vida de todos los días, la calle y el ambiente de Madrid. Se narran hasta seis corridas de toros. Describe además la primera tarde de la temporada, con el público camino de la plaza, nervioso y alborozado, con un estilo ágil y brillante. Tiene mucho de cine mudo a lo Harold Lloyd. De gente que se mueve mucho y con prisa. No era para menos. En este pasaje un aficionado difunto decide posponer su entierro pues “no pudo soportar el ludibrio de pasar frente a la plaza y no entrar en tan solemne día de apertura”, con el natural agrado y toda la compresión de su comitiva formada por grandes aficionados “y por eso todos encontraron de perilla asistir a la corrida”. Y allí estaba el cadáver, “con color de blandón”, dispuesto a ver al menos tres toros antes de continuar el triste viaje al cementerio, allí donde el patio de los nichos tiene “algo de plaza de toros de la muerte”, donde siempre es domingo. En otro lugar de la novela menciona “una ovación delirante, de almas del purgatorio redimidas” dedicada por el público al torero por una poderosa estocada. Es difícil dar cuenta de un entusiasmo mayor. Pasajes de este carácter son muy frecuentes, no en vano el mencionado José Alsina calificó la obra como “la gran greguería del torero y de los toros”. Todo lo descrito da una leve idea de la brillantez del libro cuya trama está repleta de ingeniosas sorpresas como la descripción de la paella como una comida “en que los pimientos dan largas a los cangrejos y los restos de pollo son caballos”. Para acabar mencionaré otra greguería: los caballos de picar llevaban los ojos vendados como si le dolieran las muelas en los ojos. Fue muy alabada, nada menos, que por Gregorio Corrochano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario