Allí en donde pueden prohibir, prohíben; donde pueden imponer, imponen; donde pueden obligar, obligan. Es un Gobierno que no estima la decisión personal, la moral propia, la responsabilidad individual. Solo le gusta lo gregario y lo obligatorio.
Sea cual haya sido el resultado, no creo que la prohibición obedezca a la compasión, a la bondad, a la piedad. Creo que se debe a razones ideológicas que distinguen al toro en lugar de la langosta o el cabrito por motivos de oscura irracionalidad. Estos mismos represores, obligados a una legislación real sobre maltrato animal (circos, festejos de pueblo, estabulación, transporte), serían inmensamente crueles.
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