Javier: Quizás sea conveniente refrescar las mentes "políticamente correctas" con la ecuanimidad y lucidez del discurso de Mario Vargas Llosa. Es bueno que haya "gente pa tó",siempre que respete al prójimo , es decir, ecología y biodiversidad aplicadas.un abrazo.
ECOLOGÍA / BIODIVERSIDAD
MARIO VARGAS LLOSA:
(…) Cuando un torero alcanza a llevar la faena a ese nivel de compenetración, complicidad e inteligencia entre él y su adversario, la fiesta logra su densidad esencial: su belleza y misterio estallan a plena luz, y el espectáculo nos arrebata, acercándonos por unos instantes de eternidad, como ciertas elegías de Garcilaso o sátiras de Quevedo o alegorías de Góngora, o la música de Mozart y Beethoven, o la perfección de Las Meninas de Velázquez o las visiones de los frescos de la Quinta del Sordo de Goya, al absoluto, esa súbita revelación de lo que somos y de lo que es la entraña de la vida, su sentido profundo, alquimia impalpable que nos justifica y nos explica. (…) No todos tienen por qué sentir y entender los toros, como no todos los seres humanos comprenden la poesía, la música, la pintura, y gozan con ellas.
Es perfectamente legítimo que así sea, puesto que el rasgo primordial de la existencia es que seamos diferentes, que a unos exalte, alegre y emocione lo que a otros aburre, desmoraliza y entristece.
Entre todas las artes, acaso la más difícil de explicar racionalmente sean las corridas de toros, una fiesta que no conquista jamás, en primer término, la inteligencia y la razón, sino las emociones y sensaciones, esa facultad de percibir lo inefable, lo innominado, que fraguan la sensibilidad y la intuición, exactamente como ocurre con la poesía o la música. La literatura puede llegar a ser explicada e inculcada gracias a la enseñanza y el estudio. Los toros, no. El conocimiento requiere, en ellos, un terreno espiritual previamente abonado. Por más rigurosa y exacta que sea la descripción de un pase natural, de una verónica, de una gaonera, de un par de banderillas puestas con arrojo y buena maña, no servirá un ápice para hacer vibrar de emoción, cortarle la respiración y poner el alma en suspenso al indiferente o al alérgico, ni para que comprenda por qué reacciona así el aficionado cuando aquellos pases o suertes son ejecutados con elegancia por un diestro que, fiel a su apelativo, ha llegado a enseñorearse con el toro que lidia.
Un sordo no puede disfrutar de la música ni un ciego rendirse al llamado de las artes plásticas. Las corridas de toros no tienen por qué entusiasmar a todo el mundo; ellas requieren una predisposición anímica, que sin duda tiene que ver con la tradición y la cultura del medio en que se nace y se vive, pero, acaso sobre todo, con propensiones y rasgos psicológicos y emotivos particulares de cada individuo.
EL PREGÓN DE SEVILLA . Enero 2001. (“Letras Libres”. México)
No hay comentarios:
Publicar un comentario