Urbanizada hoy en su totalidad, la Huerta del Algarrobo, en el número
2 de la antigua calle de La Fuente, en Gelves, fue el primer
escenario donde se coció la Edad de Oro. Allí, a seis kilómetros
de Sevilla y a unos 12 de La Puebla, vivió la familia de Fernando El
Gallo, a quien la casa de Alba le había concedido un puesto de
guardia para que pudiera mantener a su familia. Se le consideraba uno
de los primeros toreros con sello artístico, de mucho repertorio y
grandes conocimientos, y tuvo en su cuadrilla, nada menos, que a
Rafael Guerra “Guerrita”. Pero, una vez retirado, la economía
familiar no estaba para tirar cohetes. Cuando su hijo mayor, Rafael,
cumplió seis años, don Fernando mandó construir una placita de
toros a la vera de su casa para enseñarle todo lo que él sabía. Y
mientras crecía Rafael, fueron uniéndose a las clases su hermano
Fernando, y hasta el pequeño José, que con dos añitos ya
estoqueaba a sus hermanos bajo la mirada del padre, que falleció ese
mismo año. Con trece años, Rafael encabezó una cuadrilla de niños
toreros donde ingresó un muchacho cordobés anunciado como “Reondo”,
el futuro “Machaquito”. Para la gitanería de la huerta de
Gelves, Rafael tenía un destino marcado: sacar a todos los Gallos de
la penuria donde sobrevivían con desenvoltura. Justo antes de
fallecer, en agosto de 1897, Fernando el Gallo llamó a una de sus
hijas, le pidió papel y pluma, y trazó las siguientes líneas: “A
mi compadre Guerrita. En la hora de mi muerte que no deje sin pan a
mis hijos. Se lo pide moribundo su compadre”.
Tierras Taurinas . Opus 28 "Viaje a la marisma del Guadalquivir"
Foto: Vista de Gelves en 1899. En primer plano, Joselito -entre sus hermanosFernando y Rafael- frente a la entrada de la Huerta del Algarrobo, donde vivía con su familia. ( La razón incorpórea)
Foto: Joselito entrando a matar con su hermano mayor, Fernando
bajo la atenta mirada de su padre
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