Javier: Me entero esta mañana de la muerte de Rafael Azcona, un hombre genial que escribió el mejor cine español y puso el espejo del humor critico mas lúcido ante nuestros ojos.
No puedo olvidar la escena final de "la Vaquilla": Aquella vaca vieja, morucha y resabiada, fiel espejo de España que termina muerta en un erial y su patético cadaver, festín de moscas ,es una escena solanesca brutal. Unos la tenian para divertirse en un festejo de repugnante casticismo y otros la querían para joder "al enemigo" y paliar las hambres. Ninguno consigue sus pretensiones y "la vaca/España" termina muerta para satisfacer a carroñeros.
De una antología de "la Codorniz" te mando un texto extraordinario que es una fábula moral digna de Esopo.
Descanse en paz el gran Rafael Azcona.
RAFAEL AZCONA (Antología de textos de “LA CODORNIZ”
El 24 de marzo de 1957, bajo el seudónimo transparente de Prof. Azconovan, publica «Fábula para abejas». Vale la pena reproducirlo:
Érase una abeja que sólo sabía volar, sin descanso y sin reposo, y todo para ir extrayendo de las flores de cincuenta kilómetros a la redonda el néctar que tenían dentro, con el cual luego fabricaba miel que depositaba en su colmena. La citada abeja, entumecida por el trabajo, nunca advirtió que un señor llamado don Agapito, como quien no quería la cosa, se acercaba muchas tardes a su colmena y le echaba una ojeada, haciéndose el distraído. Hasta que un día, cuando la colmena estaba llena de miel y la abeja había quedado exhausta, el llamado don Agapito levantó la tapadera de la colmena y extrajo de ella la miel [...].
La abeja expoliada, al darse cuenta del timo del que había sido objeto, pensó mucho, pero ya era demasiado tarde: la muerte por agotamiento le había llegado, y sus pensamientos los tuvo mientras agonizaba. ¡Cuán tarde se daba cuenta de que debía haber imitado al hombre, con lo cual, aparte de no haber muerto de cansancio, hubiera podido hacer abogados a sus hijos, haberle comprado un gorro a su zángano y haberse hecho ella socia del más esclarecido de los círculos feministas! ¡Si ella hubiera dado paseos junto a los bancos, observando las costumbres de los hombres, hubiera podido luego quitarles la tapadera, llevarse el dinero que tenían dentro y pasarlo en grande sin ningún esfuerzo!
Desgraciadamente, ya todo era imposible; la muerte acababa de matarla, dejando a sus hijos en la indigencia y a su zángano sin obrero. Y es que claro, queridas abejas, la moraleja lo dice bien claro: «En Pontevedra y Toronto, el que trabaja es un tonto».
No puedo olvidar la escena final de "la Vaquilla": Aquella vaca vieja, morucha y resabiada, fiel espejo de España que termina muerta en un erial y su patético cadaver, festín de moscas ,es una escena solanesca brutal. Unos la tenian para divertirse en un festejo de repugnante casticismo y otros la querían para joder "al enemigo" y paliar las hambres. Ninguno consigue sus pretensiones y "la vaca/España" termina muerta para satisfacer a carroñeros.
De una antología de "la Codorniz" te mando un texto extraordinario que es una fábula moral digna de Esopo.
Descanse en paz el gran Rafael Azcona.
RAFAEL AZCONA (Antología de textos de “LA CODORNIZ”
El 24 de marzo de 1957, bajo el seudónimo transparente de Prof. Azconovan, publica «Fábula para abejas». Vale la pena reproducirlo:
Érase una abeja que sólo sabía volar, sin descanso y sin reposo, y todo para ir extrayendo de las flores de cincuenta kilómetros a la redonda el néctar que tenían dentro, con el cual luego fabricaba miel que depositaba en su colmena. La citada abeja, entumecida por el trabajo, nunca advirtió que un señor llamado don Agapito, como quien no quería la cosa, se acercaba muchas tardes a su colmena y le echaba una ojeada, haciéndose el distraído. Hasta que un día, cuando la colmena estaba llena de miel y la abeja había quedado exhausta, el llamado don Agapito levantó la tapadera de la colmena y extrajo de ella la miel [...].
La abeja expoliada, al darse cuenta del timo del que había sido objeto, pensó mucho, pero ya era demasiado tarde: la muerte por agotamiento le había llegado, y sus pensamientos los tuvo mientras agonizaba. ¡Cuán tarde se daba cuenta de que debía haber imitado al hombre, con lo cual, aparte de no haber muerto de cansancio, hubiera podido hacer abogados a sus hijos, haberle comprado un gorro a su zángano y haberse hecho ella socia del más esclarecido de los círculos feministas! ¡Si ella hubiera dado paseos junto a los bancos, observando las costumbres de los hombres, hubiera podido luego quitarles la tapadera, llevarse el dinero que tenían dentro y pasarlo en grande sin ningún esfuerzo!
Desgraciadamente, ya todo era imposible; la muerte acababa de matarla, dejando a sus hijos en la indigencia y a su zángano sin obrero. Y es que claro, queridas abejas, la moraleja lo dice bien claro: «En Pontevedra y Toronto, el que trabaja es un tonto».
Grandísima pérdida por ser uno de los grandes de verdad del cine español.
ResponderEliminarSi se me permite una recomendación, no dejéis de leer el libro "La tauromaquia según Rafael Azcona" de Pedro Mari Azofra. Una auténtica delicia