"MULILLERO EN EL RECUERDO"
por Juan Carlos Buzón "Desperdicios"
El saber que acompaña a nuestra existencia, la razón al hilo de la vida -cuando no al servicio de la misma, tomando a ésta como el radical principio- no consiste siempre en conocer, sino, en muchas ocasiones, en reconocer: re-conocer, es decir recordar, volver a conocer lo que ya conocíamos; reconocer presupuestos que, por ser siempre los imprescindibles postulados que posibilitan un sinfín de arbitrariedades, acabamos olvidando, quedándonos a medias a la hora de analizar la verdad de las cosas.
Uno de estos necesarios postulados de los que hablo, es, en tauromaquia, la emoción. Ésta puede aflorar por múltiples circunstancias, y como todavía, de vez en cuando, despierta a los tendidos de su tedio como un soplo de aire fresco, todavía quedan aficionados y románticos de la Fiesta que tragan con los saldos y tejemanejes de los taurinos. Gente que se rasca el bolsillo para ver, por lo general, simulacros taurinos que exasperan al iluso y hacen abandonar al neófito.
Yo ni soy taurino, ni empresario, ni apoderado, ni saco un duro de esto –si pudiera, seguramente lo haría, pero no es el caso. Yo formo parte de los desengañados y estoicos paganos que pueden permitirse ir a Las Ventas, desoyendo alternativas ofertas de ocio, más modernas y efectistas, pero sin duda menos emocionantes que la Fiesta de los Toros, que cuando arrebata, no tiene rival. Y digo Las Ventas porque, del resto de plazas que uno ha osado pisar, pueden contarse con los dedos de una mano las que la igualen en precios populares y seriedad, y por tanto en relación calidad-precio.
Pues bien, fue precisamente en Madrid donde tuvimos el honor de extasiarnos, este año, con la emoción de la Fiesta. Ha llovido ya, y no todo lo que debiera -debido a la pertinaz sequía que padecemos- desde que “Mulillero”, toro de la ganadería de Adolfo Martín, fuera lidiado el 2 de Mayo. Desde entonces, su nombre ha aparecido en las conversaciones, blogs y columnas de aficionados, cronistas y taurinos dando lugar a la bendita polémica: múltiples voces lo han calificado, llamándole desde “cabrón” hasta “el toro más bravo que han visto en su vida”. No es poca cosa.
Como aviso para navegantes, diré que es cierto que respeto e incluso admiro mucho a Adolfo, pero sólo en calidad de aficionado, porque me consta que es abonado de Madrid y no se pierde una. Fui yo el que, motu proprio, me presenté a él después del día del asombroso “Madroñito”, un toro realmente fiero. Quién me iba a decir a mí que, al año siguiente, iba a soltar otra bomba de tamaño calibre, mayor si cabe. Para los que no lo vieran, el tercio de varas que protagonizó el toro fue algo fuera de lo normal, y todo gracias a Luis Miguel Encabo -las cosas como son- que buscó lucirlo lo máximo posible homenajeando así a Madrid, a su afición y a la Fiesta. “Mulillero” tomó cuatro varas, siendo la última simulada con el regatón. Estando la plaza ya en pie, se les gritó “torero” a picador y a matador por tan noble gesto.
El tranco del animal en banderillas fue impresionante, la plaza bullía. Todo terminó de forma agria, pues quedó la duda de si Encabo no pudo con él ó si el toro no servía. Se lo quitó de en medio el matador como pudo, y despenado tras vender cara su vida, se le pidió la vuelta al ruedo, que fue denegada, lo que hizo justicia al digno torero. Fortísima ovación para un Toro de una plaza en pie que recordó lo que es la grandeza de la Fiesta: la emoción.
Desperdicios nos invitaba a leer su editorial en la página de La afición joven. Me he tomado la libertad de "copiar y pegar".
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