Les
dejo con estas lineas de Chapu Apaolaza escritas en el Diario Sur en
noviembre del 2014 :
Canito
es anciano, menudo, recio y lleva en la boca una lengua de demonio
con la que jura y dice inmundicias aleatorias y bellísimas. Desde
hace 75 primaveras se mueve armado de una cámara de fotos, con su
metro cincuenta y ocho de altura asomando la gorrilla por las tablas
como una tortuga pequeña y blanca que habita los callejones de las
plazas de toros. Don Francisco Cano Lorenza, 101 años, superviviente
a un siglo de tauromaquia, todavía tiene en los ojos el hambre que
le hizo boxeador y después torero y después fotógrafo. Lo ha
retratado todo desde que se empotrara en la cuadrilla de Luis Miguel
Dominguín y bailara sobre las llamas del fuego del pecado, en
Chicote o en América, cuando Manolete perdía los alamares con Lupe
Sino y Arruza saltaba las tapias de los chalés de las señoras.
Ava Gardner, en lugar de Cano, le llamaba ‘coño’, y eso es ya más medalla que la Gran Cruz al Mérito Naval. En su mundo, la vida se jugaba cada tarde. Después, las recepciones se llenaban de indignados por el escándalo; arriba, los corchos del champagne marcaban los techos de las suites de los toreros. A la amanecida, impregnado de una grandeza fluorescente que aún le acompaña, volvía Canito a su pensión y a su santa.
Sigue trabajando. En el asa de su cámara hay más verdad que en algunas ferias de agosto. Hasta ayer conducía a 200 y aún sublima la vida en una siesta de coche, un vaso de Las Campanas (lo bebía con Hemingway), una paella blasfema, una falda y una cacha al aire. Homenajeado contra pronóstico con el Premio Nacional de Tauromaquia (merecía el de Fotografía), forma parte de esa legión de tipos insólitos forjados en los rincones fecundos de la fiesta de los toros. En ese escenario infinito que algunos de ustedes desprecian como ‘la España de pandereta’, perdieron y brillaron como antihéroes de cómic, reales como un dolor de muelas. Yo en algún momento de mi vida quise ser cada uno de ellos. Ahora se apagan poco a poco, asediados por lo ‘cool’, las biografías de Steve Jobs, un positivismo pegajoso de lunes y cierto ‘pensiero debole’ mal entendido que adora todo menos lo propio. La belleza hoy es una fotillo de un atardecer coloreado en un muro de Facebook y la verdad, una cita de Coelho. Qué mierda, Canito.
Ava Gardner, en lugar de Cano, le llamaba ‘coño’, y eso es ya más medalla que la Gran Cruz al Mérito Naval. En su mundo, la vida se jugaba cada tarde. Después, las recepciones se llenaban de indignados por el escándalo; arriba, los corchos del champagne marcaban los techos de las suites de los toreros. A la amanecida, impregnado de una grandeza fluorescente que aún le acompaña, volvía Canito a su pensión y a su santa.
Sigue trabajando. En el asa de su cámara hay más verdad que en algunas ferias de agosto. Hasta ayer conducía a 200 y aún sublima la vida en una siesta de coche, un vaso de Las Campanas (lo bebía con Hemingway), una paella blasfema, una falda y una cacha al aire. Homenajeado contra pronóstico con el Premio Nacional de Tauromaquia (merecía el de Fotografía), forma parte de esa legión de tipos insólitos forjados en los rincones fecundos de la fiesta de los toros. En ese escenario infinito que algunos de ustedes desprecian como ‘la España de pandereta’, perdieron y brillaron como antihéroes de cómic, reales como un dolor de muelas. Yo en algún momento de mi vida quise ser cada uno de ellos. Ahora se apagan poco a poco, asediados por lo ‘cool’, las biografías de Steve Jobs, un positivismo pegajoso de lunes y cierto ‘pensiero debole’ mal entendido que adora todo menos lo propio. La belleza hoy es una fotillo de un atardecer coloreado en un muro de Facebook y la verdad, una cita de Coelho. Qué mierda, Canito.
Bueno, no me gusta el lenguaje del comentario, pero... ¡Vaya impresión del personaje legendario! Verdadera institución: 'Cano', rúbrica inherente e infaltable en la historia taurina de varias décadas. Objetivo de lo subjetivo en el toreo. // Sentidas condolencias para sus seres queridos y para la gran afición. Cano. Único.
ResponderEliminarYa nadie le puede quitar lo "bailao"
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