lunes, diciembre 17, 2012

Sobre la afición venteña (Enrique Martín)

Pero aparte del desinterés, no hay que ocultar el preocupante bajón en el nivel de exigencia, que ha sufrido la plaza. Actuaciones que hace no más de diez años causaban risa, crítica y censura procedente de los tendidos, ahora son jaleadas como hazañas del Capitán Trueno. Han saltado al ruedo animales infames, que si no se han caído ha sido porque ni se les ha castigado, ni se les ha sometido, aunque esto no le importara a nadie, lo que esperaban era ver cortar orejas. Tan estricta en otros tiempos a la hora de juzgar la suerte suprema, ahora solo se valora la rapidez en hacer doblar al toro, ¿para qué? Para seguir pidiendo orejas. La protesta, muy reducida tanto en intensidad como en expansión por los tendidos, así como la duración de esta, en demasiadas ocasiones es casi algo testimonial, una expresión de cuatro que se aferran al pasado, que son tomados como locos por el resto del respetable. Atrás quedaron aquella andanada del 8, el más reciente tendido 7, del que solo quedan algunos restos fosilizados, y por supuesto los tendidos de sombra que ya en otra época, eran verdaderos Torquemadas taurinos. Aquello era la afición de Madrid, mucho más protestona y ruidosa que ahora y mucho más entendida que lo que hoy se aposenta en la piedra de Madrid. (Aquí el artículo completo)
Enrique Martín en su blog "Toros Grada Seis"

Foto: Gorka Lejarcegi

3 comentarios:

  1. Pasa en muchos sitios. Me miran como a un bicho raro, "ya está ese hombre protestando, lo hace por todo". Mi entorno en la plaza, ha cambiado, está lleno de gente que tiene muy pocas nociones de tauromaquia y no hacen caso a comentarios sobre si la espada está mal (la mayoría de los casos) o si no se colocan bien ante el toro (casi siempre) o si descargan la suerte. Aplauden a todo (están en su derecho) y solo se les vé contentos, si se cortan orejas. Es falta de información que los medios especializados, que serían los encargados de hacerlo, no dan, señalando firmemente lo bueno y separándolo de lo malo o vulgar.

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