La afición sólo puede denunciar la lamentable situación a que ha llegado la tauromaquia, siendo la única fuerza objetiva porque no vive de ella sino que le cuesta dinero, está lejos de los centros donde se toman las decisiones. Su denuncia es ignorada por los poderosos de la fiesta y vilipendiada por los comunicadores que la tratan como proveniente de una panda de chalados de otra época que quieren reventar la alegría del público y el “éxito” de los toreros y pretenden que muera en el ruedo algún diestro al medirse con una alimaña de malas intenciones.
Estos poderosos y comunicadores confunden al público con supercherías y ganan dinero a espuertas con un espectáculo indigno en el que se martirizan toros inválidos y descastados impunemente para alborozo de incautos. Es un timo como el de la estampita pero legal, aunque en ningún caso permitido por la más elemental ética profesional como razonábamos el otro día. (ver Revolución en este mismo blog)
Así pues es necesario una revolución, un cambio de planteamientos total, una vuelta completa a la situación para conseguir que en los ruedos no se toreen toros inválidos, afeitados, drogados, sin fuerza y sin casta y volver así a la dignidad de la fiesta, del toro y del torero.
Los únicos que pueden conseguir esta involución son los matadores conspirando para realizar la contrarrevolución, la revolución desde dentro del propio sistema, y no todos, sólo aquellos que están en el candelero, los que figuran como figuras, los triunfadores, sólo ellos pueden apuntarse a las corridas que les da la gana y elegir y exigir las encastadas, y ordenar a su picador que pique en el morrillo y no mate al toro en el primer puyazo, que realice la suerte de más a menos y sin taparle la salida, poner al toro a distancia del caballo según exija su condición, dejarle ver y ocuparse de que una lidia ordenada y banderilleado con precisión llegue el toro al último tercio con fuerza y alegría, darle distancia e intentar el toreo de arriba abajo y de alante a atrás templando y mandando por los dos pitones y tirándose a matar arriba y por derecho, dando de comer al toro la muleta para que humille y abra el hoyo de las agujas adonde debe ir dirigida la espada.
Y repito, sólo los toreros punteros podrían iniciar este cambio, por dignidad, prurito y ética profesional, y los ganaderos, los empresarios, los apoderados y resto de interesados no tendrían más remedio que seguirles, porque son ellos, los toreros, los que más pierden siendo cómplices de la actual situación al ser los que dan la cara y son los que pueden cambiarla porque imponen condiciones para torear, pues que impongan la dignidad y la ética profesional en lugar de centrar sus exigencias en la comodidad y el alivio, que rechacen el medio toro y si, por casualidad tropiezan con un inválido que no pretendan torearle, que se limiten a despenarle con brevedad para no prolongar inútilmente su agonía.
Y del escalafón que se caigan los que no sean capaces de seguir el camino de la honradez y la lealtad a los principios básicos del toreo, y las escuelas que enseñen a torear y no a pegar pases para que los novilleros no se crean que esto es una bicoca para hacerse rico sino un camino de profesionalidad y gloria difícil de escalar.
¿A quién se lo proponemos?
Ponce parece que ya no está para estos trotes, como continuador de Espartaco sigue una carrera de “triunfo” aparente que no real que parece satisfacerle y ya no tiene edad para revoluciones.
J.T. tiene a sus hooligans que le adoran y ya ha capitaneado su propia revolución en sentido contrario.
Quizá El Juli nos escuche y El Cid y quizá también Perera y Castella.
Qué buen comienzo sería, con estos cuatro diestros exigiendo toro íntegro y con casta, no quiero ni pensar la que se armaría.
Jandro
viernes, 3 de julio de 2009
Estos poderosos y comunicadores confunden al público con supercherías y ganan dinero a espuertas con un espectáculo indigno en el que se martirizan toros inválidos y descastados impunemente para alborozo de incautos. Es un timo como el de la estampita pero legal, aunque en ningún caso permitido por la más elemental ética profesional como razonábamos el otro día. (ver Revolución en este mismo blog)
Así pues es necesario una revolución, un cambio de planteamientos total, una vuelta completa a la situación para conseguir que en los ruedos no se toreen toros inválidos, afeitados, drogados, sin fuerza y sin casta y volver así a la dignidad de la fiesta, del toro y del torero.
Los únicos que pueden conseguir esta involución son los matadores conspirando para realizar la contrarrevolución, la revolución desde dentro del propio sistema, y no todos, sólo aquellos que están en el candelero, los que figuran como figuras, los triunfadores, sólo ellos pueden apuntarse a las corridas que les da la gana y elegir y exigir las encastadas, y ordenar a su picador que pique en el morrillo y no mate al toro en el primer puyazo, que realice la suerte de más a menos y sin taparle la salida, poner al toro a distancia del caballo según exija su condición, dejarle ver y ocuparse de que una lidia ordenada y banderilleado con precisión llegue el toro al último tercio con fuerza y alegría, darle distancia e intentar el toreo de arriba abajo y de alante a atrás templando y mandando por los dos pitones y tirándose a matar arriba y por derecho, dando de comer al toro la muleta para que humille y abra el hoyo de las agujas adonde debe ir dirigida la espada.
Y repito, sólo los toreros punteros podrían iniciar este cambio, por dignidad, prurito y ética profesional, y los ganaderos, los empresarios, los apoderados y resto de interesados no tendrían más remedio que seguirles, porque son ellos, los toreros, los que más pierden siendo cómplices de la actual situación al ser los que dan la cara y son los que pueden cambiarla porque imponen condiciones para torear, pues que impongan la dignidad y la ética profesional en lugar de centrar sus exigencias en la comodidad y el alivio, que rechacen el medio toro y si, por casualidad tropiezan con un inválido que no pretendan torearle, que se limiten a despenarle con brevedad para no prolongar inútilmente su agonía.
Y del escalafón que se caigan los que no sean capaces de seguir el camino de la honradez y la lealtad a los principios básicos del toreo, y las escuelas que enseñen a torear y no a pegar pases para que los novilleros no se crean que esto es una bicoca para hacerse rico sino un camino de profesionalidad y gloria difícil de escalar.
¿A quién se lo proponemos?
Ponce parece que ya no está para estos trotes, como continuador de Espartaco sigue una carrera de “triunfo” aparente que no real que parece satisfacerle y ya no tiene edad para revoluciones.
J.T. tiene a sus hooligans que le adoran y ya ha capitaneado su propia revolución en sentido contrario.
Quizá El Juli nos escuche y El Cid y quizá también Perera y Castella.
Qué buen comienzo sería, con estos cuatro diestros exigiendo toro íntegro y con casta, no quiero ni pensar la que se armaría.
Jandro
viernes, 3 de julio de 2009
el que tiene que hacer la contra revolucion es el ganadero.
ResponderEliminarSería estupendo lo que usted propone, pero:
ResponderEliminarEl Juli hace bastante que no se le ve con ganaderías encastadas y como agravante, ha estado anunciado en corridas que luego han dado positivo en análisis de afeitado en ferias de cierta importancia (Logroño en los últimos años, es el ejemplo que conozco).
El Cid, nos guste o no, está en horas bajas, ojalá recupere.
Perera y Castella parecen abonados a Valdefresnos, Puerto San Lorenzo y similares.
Pero sí sería la forma de empezar la revolución.
Saludos.
Mulillero.
Amen otra vez, pero de los toreros no me fio, ni de casi ningun taurino.
ResponderEliminar