Para ese día, José Romero, Pepe-Hillo y
Antonio de los Santos iban a lidiar 16 toros, ocho por la mañana y
otros tantos por la tarde. Dos pertenecían a la ganadería de José
Gabriel Rodríguez Sanjuán, de Peñaranda de Bracamonte y de raza
castellana. “La víspera de la corrida, los toros estaban en la
vaguada del Arroyo de Abroñigal, esperando ser llevados en la
madrugada siguiente a los corrales de la plaza de la Puerta de
Alcalá. Pepe-Hillo, que siempre había desconfiado de los toros
castellanos, acudió a verlos a caballo. Uno de esos toros se acercó
a él y entonces, dirigiéndose al mayoral, le dijo: «Tío Castuera,
ese toro para mí». Era Barbudo, negro zaíno, y salió en séptimo
lugar por la tarde”. Según José de la Tixera, autor de la
“Tauromaquia o arte de torear”, dictado por Pepe-Hillo cinco años
antes, Barbudo fue manso en el caballo. “Pepe-Hillo, de azul y
plata, le dio dos naturales y uno de pecho. Entró a matar, muy cerca
del toril, metió media estocada muy superficial y contraria,
haciendo el toro por él y le alcanzó en el muslo izquierdo, le
corneó en el estómago, campaneándolo horriblemente de pitón a
pitón durante varios segundos. El picador Juan López, sin caballo y
sólo con la vara, intentó hacerle el quite pero fue inútil.
Pepe-Hillo murió en la enfermería 15 minutos después. José Romero
mató luego al toro de 2 estocadas” […] De alguna manera, la
muerte de Pepe-Hillo precipitó la desaparición de los toros de
Castilla.
Tierras Taurinas - Opus 30 "Raza de Castilla"
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