lunes, marzo 29, 2010

Tras la corrida de ayer en Madrid


Escribe, en El País, Antonio Lorca:
Después del festejo pestiño celebrado ayer en Las Ventas sólo cabe cerrar los ojos y esperar que sea lo que Dios quiera. O ser políticamente correcto y destacar la buena voluntad de los toreros con toros manejables, en una tarde fría en la que sólo el mal manejo de la espada impidió el triunfo de la terna. Pero eso sería mentira, aunque a muchos les parecería un buen análisis.
Pues, no. Hay que cerrar los ojos para no ver la profunda decadencia de un espectáculo que no va a necesitar de antitaurinos ni de leyes autonómicas para que pronto se convierta en un folclórico divertimento para turistas. Hay que cerrar los ojos para no llorar ante la desaparición del toro bravo y la inoperancia de unos toreros sin gracia, sin alma y sin marchamo de heroicidad que se le presume a todo el que se viste de luces. Hay que mantenerlos cerrados para no comprobar la grave enfermedad de aburrimiento espantoso que sufre esta fiesta. Y mira que el listón de la exigencia está bajo... Mira que se conforma la gente con poquita cosa... Pues, ni por esas. Esto tiene visos de que no lo arregla ni el que lo fundó.

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Escribe Paz Domingo:
Esta disyuntiva es la más dura de las contradicciones. Por un lado, se encuentran los conformadores del estamento taurino que han tomado la Fiesta como la tabla de salvación propia -en el sentido literal, por supuesto- arrastrando con su voracidad los fundamentos que la sustentan, manoseando los elementos de control del fraude hasta hacerlos inservibles, evitando cualquier regeneración racional, y cargándose la esencia de este espectáculo que es el toro de lidia, convirtiendo este hermoso espectáculo en puro anacronismo, un mercantilismo más, sobrada especulación y en una degeneración sin precedentes. Por otro lado, estamos los que vemos en la Fiesta un mundo pletórico de singularidad, belleza y fuerza, los que deseamos preservar su esencia y evolución siempre que se sustenten en la bravura y casta del toro, que demandamos control y amparo ante los desmanes que vulneran su integridad, y que exigimos su salvaguarda fuera de modas, tiempos, politiqueo, oportunismo y ventajistas que la conducen al mayor de los irremediables abismos.

Pues la contradicción es que, consumada la decadencia de la Fiesta de los toros, los primeros, piden auxilio para este espectáculo del que aseguran sufre la crisis económica, acosado por los movimientos antitaurinos, por la escasez de involucración política y por –según sus cabezas pensantes- la falta de unión de los sectores que conforman la gran familia taurina. Así, los primeros piden a los segundos respeto. Sobre todo respeto, que es lo mismo que tragar con todo. Piden también que no molesten con sus críticas a su modus operandi, que no protesten si les estafan, que no incordien recordando la legalidad y sobre todo, les piden que sigan pagando para que les puedan seguir embaucando. Y, quieren los primeros, sobre todo, que los segundos se sientan parte de esa gran familia, vamos, que sean los primos de la gran familia. Que los primos tontos cedan su herencia a los primos listos, y que los corderitos además de pagar hagan proselitismo de esta pantomima.
Claro que los tontos no somos tan primos, aunque sí algo ingenuos. Ustedes señores conformadores del estamento taurino, ¿de verdad creen que queremos defender esta juerga que han montado? Pues que sepan que no queremos esta Fiesta.

2 comentarios:

  1. De acuerdo con los comentarios.
    Ya están dichos y requetedichos por estos blogs, así que sólo me queda alegrarme de que las plumas profesionales se hagan eco.
    Gracias señores.

    Saludos

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  2. A TRAGAR, que es presente!

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