El cariz que está tomando la fiesta de los toros comienza a ser preocupante. El fraude se extiende como una mancha de aceite. En épocas pasadas, el engaño principal que puede existir en torno a la corrida, el afeitado de los pitones de los toros, era denunciado, perseguido y sancionado. Ahora como todo en esta vida, no tiene importancia alguna. Vergonzoso pues. Tarde tras tarde y en cualquier plaza, incluso en las denominadas de primera categoría, los animales lidiados dejan mucho que desear en cuanto a la presentación de sus defensas. Defensas escasas, aparentemente astifinas, pero que al rozar con cualquier superficie dura, llámese tablas, peto o arena, se abren terminando como una brocha de afeitar haciéndose incluso la sangre presente en la mayoría de los casos.
El día que los aficonados se rebelen de verdad, puede ser el día de la salvación de La Fiesta, el día que a más de uno se le acabe el chollo.
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