“Mi
abuelo fue un fuera de serie. Un tratante nato. Provenía de una
familia muy acomodada de por aquí, que se había arruinada por culpa
de un pariente. Creo que mi abuelo se propuso volver a ganar lo que
había desaparecido. Compraba ganado, vendía, juntaba tierras,
montaba festejos y daba trabajo a la mitad del pueblo. Era muy buen
aficionado y si hubiera vivido más -murió muy joven- creo que
hubiera puesto a funcionar a sus Martínez a lo grande. Sabía que
esta ganadería atesoraba mucha casta y es lo que le gustaba. Muy
poca gente sabe que también le dio por comprar lo de Escudero Calvo
cuando esta familia empezó a decaer. Como siempre se las arreglaba,
se hizo amigo de los vaqueros, les ofreció comprar todo el ganado de
la excusa y, a la hora de llevarse las vacas, escogió las que quiso
porque esto estaba ya bastante abandonado. Victorino no se había
planteado todavía hacerse con los Escuderos. Bastante tenía con
sacar adelante los negocios familiares con sus hermanos. Aquí venía
a menudo para tratar con mi abuelo y mi padre: cosas de vacas
lecheras, alguna partida de bravo para los pueblos... Si mi abuelo
llega a vivir más, seguro que hubiera comprado todo lo de Escudero
antes que Victorino… y ¡al contado! Iba de trato con la leña en
el bolsillo, no en plan de pedir créditos”. Los hijos de Alfredo
Quintas Sancho -Alfredo, Manuel, Julia y Pascuala- se repartieron su
herencia. Como es la costumbre, los varones se encargaron del ganado
bravo y de los negocios relacionados con él, desarrollándolos más
aún.
En
las fincas de la familia, se juntaron animales de todas
las procedencias, que nada más llegar salían para los pueblos,
donde se corrían o lidiaban. El
ganado de Martínez estaba apartado, muy cotizado en toda la sierra
por su casta endemoniada y su viveza. “Mi padre llegó a tener más
de cuatrocientas vacas de las berrendas, pero nunca se lo tomó muy
en serio. Le
gustaban, pero no se planteó subir un peldaño más para lidiar en
plazas de mayor importancia”. Probablemente intuía que, el
sambenito que los taurinos habían puesto a los Quintas por ser “El
Corte Inglés” del ganado bravo, no iba a facilitar el desarrollo
de una ganadería “seria”, por
muy encastada que ésta fuera.
[…]
En vez de deshacerse
de los Martínez, los Quintas de la
tercera generación decidieron dar un paso más. “Llegó un momento
en el que tuvimos solucionada nuestra vida. Llegamos a vender 740
animales al año… y ahora toca disfrutar con lo nuestro. Todos compartimos la misma afición para el toro encastado, fiero y que se mueve. Y así son nuestros Martínez, por la sencilla razón de que
siempre los hemos seleccionado así. Nunca nos ha importado la
opinión de los toreros, puesto que nunca nos hemos propuesto lidiar
en plazas donde mandan ellos”.
foto: André Viard
Ojo a esta ganaderia, venden muchos toros para encierros tanto en la provincia de Madrid como en la de Guadalajara, de su hierro y de otros hierros de los que se nutren para vender a festejos populares, y hay que decir que "los berrendos" de su hierro propio son dinamina, pocos fallan. Tengo ganas de ver una novillada completa de su hierro, espectaculo asegurado.
ResponderEliminarPD: lidio un novillo en Las Ventas en la novillada concurso del año 2013 y aparte de ser ovacionado de salida pudo ser extraordinario, pero como en estas novilladas ponen a lo peor del escalafon para que les salga muy barato....el pobre novillo tuvo la mala suerte de caer en malas manos y ante tanta casta lo mataron en el caballo como asi confirma toda la prensa sobre ese festejo. Deseando ver lidiarse mas berrendos de Quintas, que es una pena que esos animales acaben en encierros de campo y calles, aunque cierto es que son puro espectaculo ahi tambien.
Los berrendos, a parte de por su presencia es de lo poco que se salva de esa ganadería. Yo todavía no he visto un toro verdaderamente bravo de Hermano Quintas, quizás uno que se estrello nada más salir con el pilón de la fuente de Valfermoso. Cosa que no se podrá repetir, porque quitaron el pilón. Y quizás otro que yo no vi de un encierro mañanero, que se enfilo camino de la Vega que me ha contado un vecino de mi pueblo que jamás se pierde un encierro.
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