Poca gente recuerda hoy que la vacada de Yonnet nació, hace casi
siglo y medio, de un cruce original: vacas de la raza de Camarga con
sementales de Jijón comprados a los herederos de Gil de Flores y
otros en Colmenar. Con la desaparición de Hubert Yonnet y la llegada
de su nieta Charlotte al mando de la ganadería, una nueva época
comienza en La Bélugue. Las dificultades son numerosas, pero la
séptima generación ganadera de Yonnet posee la pasión suficiente
para enfrentarse a ellas y preservar el futuro del símbolo por
excelencia del torismo francés, ahondando, quizás, en la huella
Jijona de un patrimonio genético complejo…
[…] El tiempo lo engulle todo. Porque lo sabía, Hubert había
programado la desaparición total de la manada, como si hubiera
deseado que, después de él, nadie pudiera continuar. Una vez
rubricada la firma del convenio de ocupación entre el Conservatorio
del Litoral y su nieta Charlotte, se libró de otros arrendamientos
rústicos que aseguraban el forraje de la manada, cediendo todos los
alquileres -300 hectáreas en total- a los vecinos, quienes no
vacilaron en saltar sobre la ganga. Con la misma meticulosidad que
empleó durante toda la vida para tejer su personaje, Hubert despiezó
su vestido de patriarca provenzal, ya que no encontraba un sucesor
digno de llevarlo después de él, y cortó, una a una, todas las
ramas a las que un eventual heredero empresarial habría conseguido
agarrarse. Después de él, el Diluvio podía engullir a La Bélugue
y sus animales, si antes no se encargaba de ello la prevista subida
de las aguas causada por los deshielos de Groenlandia. En estos
movimientos no contó con la voluntad de hierro de Charlotte ni con
su deseo de tomar el lugar que, en la saga familiar, tendría que
haber ocupado su padre Christophe III. Aunque sabía que su nieta era
la única que se atrevía a hacerle frente, Hubert jamás habría
imaginado que Charlotte llegaría tan lejos.
Recuerdo cuando se lidiaron en Madrid en el 91. Un corridón de presencia imponente,
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