Manuel Lagares no tuvo
suerte en la vida. Debió de ser hombre difícil, de carácter y
entereza. Formó parte de las cuadrillas de Manuel Domínguez
Desperdicios, de
Antonio Carmona El Gordito,
de Manuel Fuentes Bocanegra
y, circunstancialmente, de la de Frascuelo.
Intentó ser matador de
toros. Participó en dos medias corridas en Baeza, los días 19 y 20
de mayo de 1878. En dichos festejos se lidiaron toros procedentes de
una ganadería de Navas de San Juan, -cuyo nombre no he encontrado en
las crónicas- que fueron "bravos, duros en la pelea y nobles".
Catorce caballos quedaron sobre el ruedo. Parece que no estuvo bien
Lagares con la muleta pero, en cambio, cuentan que mató
"acertadísimo". Poco después, volvió a ejercer como
banderillero.
En la interesante, agorera
y severa obra Necrología taurina,
(Madrid 1889 ), “El Niño de Dios” escribió de Manuel Lagares:
"Este infeliz torero
no debía citarse en esta necrología puesto que, su muerte fue
debida a haberse suicidado el 20 de junio de 1878, en un rapto de
locura. Trece meses antes, había sufrido una atroz cogida en la
plaza de Madrid, al saltar a la garrocha. Retirose a Sevilla después
del desgraciado incidente, y hay quien asegura que atentó contra su
vida porque le pareció imposible recobrar su salud".
Ese día, 20 de junio,
debía participar en una corrida en Sevilla, en la cuadrilla de
Frascuelo. VIvía
desasosegado, aquejado de hipocondría y hondas melancolías. Un
médico desautorizó su participación en el festejo pues, según una
noticia de prensa, “el muchacho no estaba bueno de la cabeza”.
Por todo remedio le recetó unos cauterios. Lagares no pudo más.
Hacia las cinco de la tarde, según unos, se marchó a una barbería
y con una navaja de afeitar se degolló. Según otros, el suceso se
produjo en su casa. Antes, había enviado a su mujer a buscar un
refresco. Da igual. En 1865, el vicealmirante Robert Fitz Roy,
comandante del HMS Beagle,
en el que Darwin realizó su vuelta al mundo, eligió el mismo tipo
de muerte. Son desastradas coincidencias, quizás nada extrañas en
hombres de mucho orgullo, acostumbrados al riesgo y tan conocedores
de su mérito como de su triste fortuna.
Respecto a la cogida de
Madrid, de mayo de 1877, se debe indicar que Lagares al ejecutar la
suerte rozó los cuartos traseros del toro -llamado Miserable,
de la ganadería de Veragua- y éste se revolvió "llegando la
fiera a meter tres veces la cabeza antes de que pudieran auxiliar los
capotes a la víctima". Previamente, Manuel Campos saltó a la
garrocha, sin contratiempo alguno. Un individuo que allí estaba
había prometido un cigarro al mejor.
Gómez de Lesaca
@delavidaantigua
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