Actualmente,
el mundo del toro se encuentra en una situación similar a la de los
visigodos del siglo VI o la de los musulmanes del siglo XII:
fragmentado entre sus distintos reinos -toreros por un lado, empresas
por el otro y ganaderos en el arrastre- se muestra más endeble que
nunca. Lo peor es que carece del apoyo del pueblo llano que, harto de
tantos conflictos, abandona poco a poco la Fiesta de la élite para
refugiarse en los festejos populares, germen de todo. El divorcio
parece consumado: la fiesta “de montera” desprecia a la “de
talanqueras”, mientras que ésta contempla sin compasión la
decadencia de la primera. La Fiesta urbanita va camino de la ruina al
mismo tiempo que la del pueblo llano se arraiga en sus fueros
históricos, donde acude más gente que nunca. La manifestación organizada en Madrid para apoyar a Bogotá -es decir, al sistema- se saldó con una penosa debacle: muchos profesionales, pero muy pocos
aficionados; lo que demuestra la fractura existente entre ambos
bandos, el que sufraga la Fiesta y el que vive de ella. Días antes,
la concentración convocada en Tordesillas por una peña con el finde apoyar al alcalde frente a las amenazas recibidas reunió a más
de 3.000 personas
de forma espontánea, sin casi publicidad y sin que los medios
taurinos se hicieran eco, como si aquello no existiera. No obstante,
ahí se demostró que la fuerza de la Fiesta no se encuentra en las
discotecas frecuentadas por la Juventud Taurina, sino en el pueblo y
sus costumbres. Se demostró también la falta de visión de la élite
taurina que, desde hace un par de años, ha emprendido operaciones de
marketing vacías de contenido, sin darse cuenta que lo único que
consigue con ellas es levantar una cortina de humo que oculta su
verdadera identidad.
[…]
Si las élites del sistema no recapacitan y siguen privando
al público de lo que siempre ha querido ver -un hombre valiente ante
un toro fiero-, el pueblo se desvinculará del modelo de feria
urbanita que ahora conocemos para refugiarse en las comarcas, donde
el enlace con el toro sigue siendo el mismo que durante la Edad
Media. Allí la Fiesta continúa siendo un enfrentamiento espontáneo,
y a veces brutal, muy alejado de las normas estéticas que van en
detrimento de la autenticidad. En esta Fiesta se corre el toro más
grande posible y los muchachos se ponen delante de él sin otra
recompensa que el reconocimiento de su valor. Sólo así regresaremos
a la esencia del mito nacido hace veinte milenios y que, durante
siete siglos, se encarnó en los toros de Castilla.
Tierras Taurinas , Opus 30, Raza de Castilla
Foto superior: La foto es de Albert de Juan, aquí podéis ver la secuencia del quiebro
Foto superior: La foto es de Albert de Juan, aquí podéis ver la secuencia del quiebro
Pues es así. Y estos héroes anónimos que se juegan la vida por afición son los que mantienen viva las fiestas de los toros y los únicos que pueden hacer que a la gente le importe un pepino que los prohíban o no. Y puede salir Podemos o quien quiera. Que en Guadalajara y Castellón, no dejaremos que nos prohíban nuestros festejos populares. Los toros en la plaza casi lo aplaudiríamos, porque las ferias de mierda que tenemos en ambas `plazas, pocos se levantarían porque las quitaran.
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