El
14 de mayo de 1916, un seísmo de gran magnitud agitó los cimientos
de La Maestranza cuando el novillo Palmero, de Manuel Rincón y
Rincón, salió al ruedo… Don Criterio, en El Liberal, resumió así
la tarde: “Pertenecía a la vacada de don Manuel Rincón y Rincón,
vecino de La Higuera, junto a Aracena, y era la primera vez que a su
nombre se lidiaban en la plaza sevillana bichos de esta ganadería
que en tiempos perteneció a Manuel Valladares […]El cuarto,
Palmero, fue un toro «puntero», de esos de bandera que acreditan la
divisa de una vacada. Era castaño, ojo de perdiz, buen mozo y con
dos respetables herramientas. La pelea que hizo en varas fue
soberbia, pues en el mismo sitio, y arrancándose con extraordinaria
bravura y poderío a los caballos, aguantó primeramente ocho
puyazos, derribó en seis a los varilargueros y tumbó en la arena
cinco caballos. Ante la enorme cantidad de bravura y codicia del toro
Palmero, el público tributó al ganadero una general ovación. El
presidente de la corrida, buen aficionado y entusiasta partidario del
toro bravo, levantose de su poltrona y batió palmas al señor
Rincón. Por una equivocación, sin duda, pues el presidente no varió
el tercio, se metieron dentro los picadores; pero a poco salieron
nuevamente, y el bravo Palmero, que durante este interregno de tiempo
«contempló» atentamente los cadáveres de sus cinco víctimas,
tomo dos varas, con grandes arrestos y bravura, como si empezara el
tercio, dio otro tumbo y dejó otro caballo para el arrastre. Tomó
en conjunto el bravísimo Palmero diez varas, proporcionó siete
caídas y mató seis caballos. La sangre le chorreaba al bravo animal
por las pezuñas, pues en varios puyazos le pegaron bien Brazofuerte
y Lagartijo. Y si bravo y codicioso hasta dejarlo de sobra fue
Palmero en el primer tercio, en los restantes conservó esa gran
bravura y nobleza hasta el último momento. El toro ideal por todos
conceptos. Al ser arrastrado le tributó el público una gran
ovación, siendo paseado por el ruedo entre entusiastas aplausos. Las
ovaciones se repitieron para el ganadero, el señor Rincón, siendo
también ovacionado el mayoral de la vacada, quien saludó al
respetable desde los medios de la plaza.
¡Y que la ovación aquella por Palmero siga hoy! Vaya casta y bravura. Qué sería ver algo así hoy día... Gracias por esta bonita reseña de ejemplo e inspiración (quisiera también decir de esperanza). // Atte., Torotino
ResponderEliminarHoy dia salen Palmeros todos los dias a las plazas,muchos mas que antes lo que ocurre es que como se puede observar ni el caballo es el de antes, no existia el peto (de hay que murieran caballos) ni la puya es la de entonces,pues la de hoy en dia es la mas demoledora de la historia,multiplicado su efecto lesivo por el caballo de hoy ,por eso es injusto echar la culpa al toro de hoy comparandolo con tiempos pasados ya que las circunstancias no son ni parecidas,para ver el toro de hoy en toda su integridad lo primero que habria que hacer es equilibrar las condiciones en la suerte de varas mientras tanto las comparaciones no tienen ningun sentido.
ResponderEliminarEn su libro 100 años de toreo en Sevilla, Filiberto MIRA hace también mención de Palmero y nos trae la opinión de tres aficionados sevillanos que si vivieron aquella tarde ya que MIRA no la vio pro edad. Decían esos aficionados que era imposible que existiera un torero con la calidad suficiente como para estar a la altura de la excepcional de este insuperable astado del hierro que en el 2000 pertenece a los Herederos de Carlos Núñez (Los Derramaderos). Antonio Liger
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Antonio Liger, si bien, la corrida se remonta a 1916 en la cual Palmero pertenecía al ganadero D. Manuel Rincón y Rincón, quien generó la casta y bravura de su ganadería que seguiría a partir de 2000 a manos de los Herederos de Carlos Nuñez.
Eliminar