EL TORO DE LA TARDE fue el primero de los seis. De Bañuelos. De los célebres “toros del frío”. Cara de bueno, bajo de agujas, un ratón, un relámpago, un trueno, rayo incesante, vértigo de bravo, entrega sin condiciones, nobleza, fijeza, largo recorrido, galopes de ida y vuelta. No paró de atacar. Primero, el gateo ligero de los bravos. Después de picado –puyazo corrido, tomado por libre, salida fantástica, el morro por el suelo-, ya había roto el toro en son mayor. Un tren. Las manos cortas, redondito. 490 kilos. No faltaba ni sobraba ninguno. Seriedad en la cara: astifino, remangado y apretado. Castaño y no colorado. Un dije.
Barquerito
Foto: Arjona para Aplausos
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