Protestas

Hay un sector del respetable público asistente a la plaza de Las Ventas de Madrid al que no le gusta que el toro enganche el engaño al torero en las verónicas de recibo ni que recorte al toro perdiendo terreno, ni que mande al toro hacia el picador al relance, ni que lo deje masacrar en el primer puyazo y se inhiba de los quites o que se simule la suerte de varas y se saque el toro del caballo siempre con los capotes por las nubes para que no se caiga, ni que se funda el toro a capotazos en el tercio de banderillas y se ovacionen  los pares colocados a toro pasado. Menos gusta todavía que el matador realice la faena descolocado, citando siempre con el pico y echando el toro fuera de la suerte consiguiendo un toreo perfilero sin hondura ni emoción y todavía menos que se le recorte el viaje para devaluar las cualidades del toro y propiciar un encimismo que encoge los corazones de los no iniciados que sacan sus pañuelos y piden a gritos orejas para matadores que además matan de bajonazo echándose fuera de la suerte.

Tampoco le gusta nada de nada que el toro carezca del trapío exigible y salgan por chiqueros novillotes domesticados y menos aún el día que se anuncian las figuras más caras del escalafón que son a quienes más hay que exigir.

Y no le gusta todo lo anterior a este selecto público, que ciertamente es un lujo para la susodicha plaza y acuden con regularidad pagando sus localidades, porque constituyen alivios para el torero y desvirtúan el auténtico sentir tradicional de la tauromaquia a la que convierten en un espectáculo sin sustancia.

Pero como además y cada vez en mayor número viene también a la plaza un público festivalero que se divierte y se conforma con un espectáculo mediocre realizado sin el rigor exigible que aplaude, ovaciona y concede trofeos sin saber que con ello están colaborando al derrumbamiento y extinción de toda una tradición.

Hoy, sin ir más lejos, corrida de la Beneficencia con el cartel de no hay billetes y un público típico de la ocasión, Talavante ha salido por la puerta grande cortando una oreja en cada uno de los dos toros que le han correspondido a los que ha realizado sendas faenas vulgares, siempre descolocado y  perfilero y matando de dos estocadas caídas.

Otras dos egregias figuras del toreo, quizá los dos toreros más cotizados del momento, Morante y Manzanares, han dejado el sabor de pegapases infumables escasos de recursos y valor.

Los toros de dos ganaderías, cuatro de Núñez del Cuvillo y dos de Victoriano del Río, los de N del C anovillados, descastados y mansotes pero nobles y con pases al llegar a la muleta y los de V del R algo más grandes pero obedientes, aborregados todos.

Y así se escribe la historia.

Jandro

miércoles, 06 de junio de 2012