Nunca había entendido porque en provincias las corridas de toros generalmente, (y no se me enfade nadie que yo soy de provincias y me siento muy orgulloso de ello, mejor dicho de ella, de la provincia de Badajoz) se desarrollan durante las fiestas locales, con la de cosas que hay que hacer durante unas fiestas, para irte a una plaza de toros históricamente incomodas a ver unos toritos terciaditos ante unos figuras acomodadas, pero al ser en fiestas la gente o va contenta, o se pone allí, que por fortuna en los toros no están prohibidas las bebidas alcohólicas, porque sino no hay manera de mantener la tradición de los toros en provincias. Ayer asistí como prometí de nuevo al coso del Cerro de San Albín en la capital de Extremadura, el espectáculo fue horrible o peor, como debieron predecir los que no asistieron, hay poca afición pero ¿tan poca?, no creo que la responsabilidad sea de la empresa que de tres festejos repite ganadería en dos, si la gente no se entera de ná’ y traga con lo que le eches, léase la ironía. Siendo generosos no había ni media entrada para un cartel de toros repelentes pero de toreros atrayentes, que para los tiempos que corren es casi suficiente, sino fuera porque sin toro no se puede torear, salvo en esa nueva modalidad de toreo moderno, con el que en mayor o menor medida nos fustigó la terna de ayer. Se lidiaron toros de Martín Arranz y José Miguel Arroyo, que para qué tendrán dos hierros si es lo mismo, varios cinqueños.
Abrió plaza el torero del momento, El Cid(Tinto y oro), que cumplió a la perfección el guión de ese nuevo toreo sino hubiera sido porque el toro no trajo aprendida su parte y corneó al de Salteras, mandando al triunfador de Madrid a la enfermería, en el toreo moderno el primer tercio no existe, la suerte de varas se simula, torero, caballo y picador interpretan el símil como actores en un escenario, se banderillea con celeridad, incluso se pidió el cambio de tercio tras el segundo par, y se procede ante la manifiesta flojedad del torero a desarrollar una faena de infinitos muletazos a media altura para aburrimiento del personal que no se ha puesto contento todavía, hay algo de variedad en los finales dependiendo de la celeridad y habilidad del matador de toros en hacer honor a su nombre, y se reparten despojos en función del tiempo que tarda el toro en caer, la vecindad del torero con los asistentes y su mas o menos fama. Es una pena lo que le ocurrió ayer al sevillano, seguro que si hubiera tenido enfrente un toro bravo y encastado al que torear este no le coge por la innoble zona que lo hizo.
El francés Castella (lila “antoñete” y oro) mató con celeridad el toro del Cid, asesinó de un “estoconazo” en la paleta al descastado y flojo segundo, tras otra pesada sesión de toreo moderno, y ante su segundo, tercero que mató y cuarto de la tarde se vivió otra variante del toreo moderno, que fue la del toro sospechoso de haber pasado por la caseta de ferias por la mañana, y haber tomado algún alucinógeno, acudía presto de lejos a los capotazos y al llegar, como quien no ve, pasaba de largo o se paraba en seco, al llegar al caballo de picar al que acudió en mitad de un desorden caótico, mas propio de una capea de pueblo, porque las capeas de empresa suelen ser mas organizadas que lo de ayer, como decía no vio al caballo de cerca y se metió debajo del mismo, derribando y provocando una nueva situación de riesgo porque el picador quedó debajo del caballo, la plaza montó en cólera, yo creo que nadie sabía muy bien como catalogar aquello, porqué si a mi hasta entonces me parecía que el toro no veía, los actuantes no lo creían así porque lo hubieran dicho, hoy he leído en una crónica local que era un toro manso, no estoy de acuerdo, el toro no manseó en ningún momento, se paraba en ocasiones al llegar a los capotes y otras pasaba de largo sin ver si atropellaba algo, tampoco está de acuerdo un compañero suyo en el mismo periódico, lo que tenía siempre en común era un movimiento oscilante mas propio de los borrachos que de los toros, pero en fin, lo que parecía iba a ser un esperpento llegó al último terció, y mira por donde se pasaron los efectos alucinógenos y el toro recordó su papel en el toreo moderno y se dedicó sin ningún problema de visión, ni de mansedumbre, a andar detrás de la muleta de Castella. Completamente surrealista.
Don Miguel Ángel Perera (verde botella y oro, pero poco, aunque no tan poco como los pijamas de Padilla) estuvo muy deslucido toda la tarde, independiente de que saliera por la puerta grande, no tuvo enfrente nada que mereciera destapar el frasco, sólo dejo para el recuerdo un excelente, suave, lento, largo y profundo natural al tercero de la tarde antes de dejarlo como un colador a pinchazos, al quinto le perpetró un toreo encimista impropio de su torería, en el sexto y por fin último de la tarde, un sobrero precioso de feo que era, con un pelaje jabonero sucio, se puso “pesao” según los cánones del toreo moderno para el toro moderno.
Lo dicho que sino fuera por los vasos de antes y/o después del paseíllo, ¿cuál es el futuro de los toros en provincias?