viernes, enero 21, 2022

La historia se repite por J.Porcar

 



A lo largo de la historia de la tauromaquia, hablando en términos ganaderos, son muchas las historias que se repiten y la que con este reportaje les presento no es un oasis en medio del desierto. Ya que por desgracia hay fincas cuya principal ocupación era el ganado bravo y por diversas circunstancias este ha desaparecido. Sirva este reportaje a modo de homenaje a todos aquellos mayorales y vaqueros que han tenido que pasar por unos trances tan bonitos y tristes a la vez y en especial a Ángel Muñoz Vázquez y su familia, que son los protagonistas de este reportaje, los cuales han sido los “Guardianes” de la finca Alcurrucen, durante casi 40 años, la cual está situada en el término municipal de Pedro Abad (Córdoba) finca preciosa regada por el Guadalquivir. Corría el año 1982, cuando nuestro protagonista fue fichado por los Hermanos Lozano, para ser el mayoral de su nuevo proyecto ganadero, Ángel por aquellos años trabajaba junto con su padre en la ganadería de Valdeolivas, propiedad de Jesús Gil y Gil, su padre era el encargado de las caballerizas y él era el vaquero de confianza, siendo el mayoral Luis Saavedra, el cual años más tarde fue picador en la cuadrilla de Enrique Ponce. 

 



El 8 de diciembre de 1982 llego a la finca Alcurrucen junto con su esposa Fili y su primer hijo, al cual cariñosamente se llama Angelillo, este tenía solo 6 meses, en un principio entro a prueba, y viendo el buen quehacer de este, ya se quedó fijo, afianzados en la finca, en 1985 nació su segundo hijo, que en este caso fue hija bautizándola con el nombre de Rocío, teniendo que dejar la finca tras jubilarse en diciembre de 2020. En todo el tiempo trascurrido entre la llegada y la marcha hay una bonita historia que intentare narrarles a grandes rasgos. Cuando Ángel y su familia llegaron a la finca, los Hermanos Lozano ya eran ganaderos, siendo esta la primera finca de las muchas que poseen, en un principio tuvieron varias sangres, entre ellas la Vega Villar o la Murube, siendo en 1981 cuando se deciden a comprar una parte de la vacada de Carlos Núñez, eliminando todo lo anterior, para ello viajaron hasta la finca “Los Derramaderos” situada en el término municipal de Barbate (Cádiz), faltándoles el hierro. Ellos conjuntamente con Paloma Linares poseían una ganadería cuyo nombre era “La Jarilla”, llegando a un acuerdo con este, Palomo se quedó con todos los animales, que por cierto eran de sangre Graciliano, formando su ganadería y los Hermanos con el hierro, el cual cuando ya eran socios le cambiaron el logotipo por la P y la L, formando una nueva ganadería con encaste Núñez, bautizándola igual que el nombre de la finca en donde pastaba esta, ósea “Alcurrucen”, siendo el mayoral nuestro protagonista.

 



Cuando las reses de origen Núñez llegaron a la finca las vacas viejas no se retentaron, tentando solo las vacas que fueron sin tentar, al igual que los sementales. Una tarde tras realizar un tentadero Pablo Lozano y nuestro protagonista salieron a caballo para repasar el ganado, en el paseo se les cruzo un precioso eral de pelaje melocotón, el cual viajo desde “Los Derramaderos”, este había viajado sin herrar, por lo que fue herrado con el hierro de la casa, llevando el número 1 en los costillares y atendiendo al nombre de “Cigarrón”, tras estudiarlo detenidamente decidieron tentarlo, este se tento el 7 de junio de 1983 por Paco Atienza, superando la prueba con creces, quedándose como semental, ligando estupendamente, por lo que está considerado como el padre de la ganadería. Esta ganadería ha estado muy ligada, desde sus comienzos a la plaza de toros de Madrid y más aún desde que Los Hermanos Lozanos en 1994 fueron sus empresarios, lidiando corridas enteras y sobreros, en total estuvieron 14 años, por lo que los triunfos en esta plaza han sido numerosos, ayudando a mucho toreros a salir a hombros, así como recibir varias vueltas al ruedo al igual que numerosos premios.

 



La ganadería con el paso de los años fue creciendo, tanto en número de reses como en triunfos, por lo que tras haber estado toda la vaca en la finca “Alcurrucen”, en el año 1996 deciden que la gran parte de las vacas y toros viajasen a las otras fincas que Los Hermanos fueron adquiriendo con el paso de los años, unas en la provincia de Cáceres como “Egido Grande” o “La Mudiona”, concentrándose los toros en la finca toledana de “El Cortijillo”, por lo tanto la finca “Alcurrucen” se quedó prácticamente sin ganado bravo, dando un giro a la finca, por lo que gran parte de esta la plantaron de olivos, albergando en ocasiones los sobreros que se quedaban de una temporada para otra de la plaza de toros de Las Ventas, así como las vacas que formaron parte de la nueva ganadería que crearon, la cual la bautizaron como “Lozano Hermanos” cuyo hierro es el de la omega, este ganadería fue creada en 1996 al amparo de los estatutos de la Unión con vacas y sementales de “Alcurrucen” pasando la prueba definitiva en el 2003, las vacas de este hierro siempre han pastado en la finca de Pedro Abad, no los machos los cuales una vez herrados eran trasladados a las otras fincas, de donde salían para ser lidiados. Hasta que Los Hermanos decidieron en septiembre de 2020 llevar todas las vacas y sementales, de esta ganadería al matadero, no sé si en alguna de las fincas que tiene quedara alguna vaca con el hierro de la omega.

 



En la actualidad la finca esta arrendada, dedicándose en exclusividad a la agricultura, por lo que ganado bravo y caballar ha desaparecido de esta, al igual que Ángel y su familia los cuales tras la jubilación de esta, coma ya he dicho, abandonaron la finca, cogiendo sus recuerdos y vivencias, emprendiendo una nueva vida lejos de la que fue “su finca”. 

 



 En la memoria de Ángel son numeroso los toros de los cuales se siente orgulloso de haber criado, pero sin duda hay dos plazas, en la que los triunfos son imborrables he inolvidables, una es la de Madrid y la otra la de Sevilla, sin duda hay tres toros en Madrid que no se borraran nunca de su memoria, los dos primeros se lidiaron el mismo año, en 1994, uno se llamaba “Cañego” marcado con el número 67 ha este Julio Aparicio le realizó una faena soberbia, rematada con una buena estocada cortándole las dos orejas saliendo por la puerta grande en volandas y el otro se llamaba “Monjito” herrado con el número 13, este toro fue el último toro que lidio en su primera despedida del serial de San Isidro el diestro Curro Vázquez, el toro se lidio en medio de un diluvio, al igual que casi toda la corrida, el toro fue muy bravo, acudiendo al caballo con mucha entrega, realizándole una gran faena, emborronada con el estoque por lo que solo le pudo cortar una oreja, el otro toro se lidio en 1997 y atendió por el nombre de “Corchito” herrado también con el 67 al igual que “Cañego”, a este toro le corto las dos orejas José Tomas, haciéndole una faena extraordinaria siendo muy jaleados sus naturales ya que fueron larguísimos y ajustados, ayudados por el toro el cual tenía ese pasito de más que caracteriza a los toros de este encaste.

 



La otra plaza es la de Sevilla y en esta son dos toros los que perpetuaran en su memoria, los dos se lidiaron en la misma corrida, en abril de 1995, el primero es “Botinero” marcado con el numero 92 a este le cortó una oreja con mucha fuerza el diestro Ortega Cano y el otro se llamaba “Pianero” herrado con el numero 73 este le tocó en suerte a José Marí Manzanares (padre evidentemente) el cual le realizó una faena simplemente soberbia, la cual por desgracia pincho repetidas veces, quedando el premio en una apoteósica vuelta al ruedo, esta corrida tuve la suerte de verla en directo al lado de Ángel, presenciando una anécdota simpática y curiosa, cuando Manzanares fue a coger la muleta para dar comienzo la faena, Ángel me dijo “ojo como va a ser el toro” de inmediato el torero se acoplo a la embestida del toro, hilvanando una gran faena por los dos pitones, llena de torería, viendo nuestro protagonistas la faena casi en cuclillas, muy emocionado, jaleando al torero y claro cuando el torero se perfilo para entrar a matar este estaba tan puesto dentro de la faena y al este pinchar, Ángel exclamo una palabra mal sonante, de la cual pidió disculpas a una señora que se giró mostrando su desacuerdo con su exclamación, aclarándole que si triunfaba el torero triunfaba él, comprendiendo la exclamación la buena mujer.

 



Son muchas las anécdotas vividas por nuestro homenajeado, aparte de algún que otro percance, sin duda uno de los percances más angustiosos, que afortunadamente y gracias a Dios, solo quedo en un gran susto, fue el que le sucedió a su hijo Angelillo, la finca “Alcurrucen” como ya he mencionado es una finca muy bonita, teniendo una vega muy buena, en la cual en los meses de verano con la ayuda del agua las vacas tenían pastos frescos, poseyendo también cercados quebrados con muchos desniveles y con abundante arboleda en donde en los meses de invierno servían de refugio al ganado, pues bien, en una ocasión estando en uno de estos cercados quebrados, estando acompañado por su hijo a caballo, para entre los dos apartar unas vacas, en un lance fortuito el caballo de Angelillo perdió pie cayendo los dos al suelo, afortunadamente el jinete solo tuvo alguna contusión y un susto, pero por desgracia el caballo se despeño murió en el acto y claro este tipo de percances no se olvidan, recordando cada vez que pasaban por el cercado el desafortunado incidente, el cual hubiese podido ser peor, tomando desde aquel día más prudencia a la hora de realizar ciertos trabajos en la ganadería. Aparte de los sin sabores que le haya podido ocasionar su trabajo, si hay que poner los pros y los contras, suman más las buenas experiencias que las malas, de las buenas han sido el conocer a personas con los que ha entablado una bonita amistad (entre las cuales me encuentro) y otra el poder conocer parte de la geografía y las costumbres de España y Francia acompañando las corridas. Otra de las facetas de su trabajo que le ha gustado y ha realizado con muchísimo cariño tanto el cómo su familia es el haber criado ha biberón a algún becerro que otro, los cuales por diversos motivos sus madres no los amamantaban, pasando estos a ser parte de las mascotas de la finca, los dos últimos que crio fueron un macho llamado “Volador”, el cual gracias a la complicidad de mi amigo Arsenio está en una foto que ilustra el reportaje junto a Ángel y una becerra de nombre “Flauti”.



 Para finalizar solo me queda decir que las fotografías que ilustran este reportaje solo son una pequeña muestra, de las muchas que he podido hacer gracias a la amabilidad y paciencia de Ángel, el cual, a pesar de que cuando yo lo podía visitar era en días festivos, este nunca puso ningún tipo de impedimento en ayudarme a realizarlas, poniendo todas las facilidades que podía y claro después del trato que he recibido tanto por parte de él cómo de su familia me sentía en la obligación de dedicarles este reportaje esperando que les guste y que disfruten de ese descanso merecido, agradeciéndole el haber podido vivir in situ lo bonito, bello, sacrificado y por qué no, desagradecido que puede llegar a ser la crianza del toro bravo, ya que no hay que olvidar que cuando un toro sale a la plaza hay una serie de personas que se han desvivido por estos las 24 horas del día y los 366 días del año.




 

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