miércoles, marzo 10, 2010

PAPÁ QUIERO SER TORERO


En las pasadas jornadas taurinas de Burgohondo contestó con desparpajo a numerosas preguntas el novillero Alberto López Simón que debutará con caballos durante la presente temporada y a quien dedicamos con cariño el siguiente post que fue publicado en el último número de la revista "El Cerro de San Albin" de nuestro amigo Pedro G. Macías:

Lo había dicho varias veces de pequeño y no le di importancia, pero cuando lo repitió a los quince años con tozuda insistencia decidí por fin enfrentarme al hecho.
Seguramente habría sido su abuelo el que le hizo sentir la afición a fondo, porque aunque todos en casa éramos aficionados, mi padre lo tenía como ocupación principal, sobre todo desde su jubilación, él era el que le llevaba desde muy pequeño cada domingo a la plaza y le explicaba paso a paso cada lance de la corrida, cada situación, cada momento, le enseñaba las características de cada ganadería, le hacía ver las diferencias de los encastes tanto en el trapío de los animales como en su comportamiento, le justificaba las agresiones a los toros para que su tierno corazón no encontrara rechazo, la aupaba para ver al torero triunfador salir en hombros por la puerta grande si no lo consideraba él un triunfo devaluado por la invalidez o la falta de casta del enemigo, porque en ese caso corría hacia el metro exclamando a voces: sin toro no hay ningún mérito, nos ha intentado engañar. Le hacía comprender la diferencia entre valor y oficio, sobre todo en las novilladas, y lo precisas que eran estas dos condiciones para configurar un torero cabal que en el recorrido de su carrera desarrollara además su personalidad, determinada por su capacidad artística y que también debería ocuparse de su profesión con una total entrega y auténtica pasión. Le instruía en el argot taurino y le contaba las hazañas de matadores de otros tiempos que él había disfrutado e incluso algunas de las que sólo había oído hablar.
Le insistía mucho en el toreo de verdad, la diferencia entre adelantar la muleta o retrasarla, lo importante que era cruzarse con el astado y cargar la suerte, la distancia para dar al toro su ventaja y alargar su viaje, el valor necesario para embarcar la embestida desde lejos y vaciarla atrás del todo con el juego de la muñeca y luego apenas moviendo un pie volver a citar desde el sitio idóneo, ligar las series, el valor añadido de los naturales de verdad, la importancia de los adornos siempre que se hubiera realizado una faena coexionada y profunda, los pases de recibo para conocer al toro, sus intenciones, sus características. Y cómo finalmente un toro dominado pedía la muerte a su adversario al saberse derrotado.
Le insistía mucho en el tercio de varas, donde se aprecia definitivamente la casta del animal, el sitio y la distancia a la que se debe poner el caballo. Que debe ser ejecutado de menos a más y siempre en el morrillo, nunca trasero ni cerrando la salida al toro, midiendo el castigo para no causarle lesiones que lo inutilizarán para la posterior faena. Es en este momento cuando el toro se da cuenta de que se le exige un desmesurado esfuerzo: su sangre mana, aparece el dolor en un grado desconocido hasta entonces, su vida peligra, no se trata de un juego, es algo diferente y que nunca antes había experimentado. De lo que venga después ya nada le deberá sorprender, está avisado, habrá que ser muy bravo para enfrentarse a la situación, no rendirse, no dejarse vencer.

Se me ocurrió pensar si mi hijo devendría en un torero de corte artístico como Morante o de corte más épico, como El Cid o un torero moderno que introdujese nuevas maneras dentro del clasicismo como el Juli o quizá un revolucionario total como lo fue El Cordobés. Me costaba trabajo llegar a imaginar sus aspiraciones profesionales, sus metas, si era consciente de los riesgos, jamás le había visto con un capote en las manos, pensaba que no lo había intentado todavía, no había tenido la ocasión, pero ante su insistencia, como digo, decidí hablar con él.

- Este mundo que te mostró el abuelo ha cambiado mucho, hoy puede llegar a ser más importante el apoderado que el valor, el oficio, el arte y la entrega. Mandan los taurinos y esos deciden cuándo, dónde y cómo se torea. Las virtudes de los toreros cuentan poco, se torean toros mamarrachos que se dejan pegar pases como bobos y se coleccionan trofeos sin mérito, incluso pueden llegar a concederte la medalla a las bellas artes sin motivo alguno que lo justifique, la fiesta se está prostituyendo desde dentro y se echa al aficionado de la plaza, se prefiere al público indocumentado que no distingue el toreo bueno del perfilero, que premia el encimismo que acorta el viaje del toro y el bajonazo, es casi imposible triunfar por méritos, hay que estar con ellos, a sus órdenes, sometido a sus negocios, dime hijo, ante este panorama que no deja de degenerarse ¿por qué quieres ser torero?
- Pues para ganar dinero, papá.

Jandro
miércoles, 10 de marzo de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario