Rafaelillo dejó algunos naturales categóricos, en los que el hombre, con inteligencia, valor y torería, hacía valer su ley ante la fiera. Pinchó arriba y seguidamente dejó una estocada hasta la gamuza de la que Sobornado salía muerto de necesidad. No le concedieron trofeos, no le han dado portadas, pero quizá dentro de diez años, hablando con los aficionados en una tasca, alguno recuerde a los demás los naturales que dejó Rafaelillo una tarde en Bilbao, con un toro de Victorino.
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