Tarde
tras tarde, el toro suele hacerse presente en las plazas sin alegría,
sin la natural curiosidad que debería demostrar en un escenario
novedoso un animal encastado que lleva varias horas encerrado en la
oscuridad del chiquero. A menudo, sin embargo, el toro se asoma a la
primera raya con un deseo irrefrenable de volver de inmediato a su
comodidad anterior y cuando por fin se aventura en el ruedo al
reclamo de un capote que un peón mueve a lo lejos desde el
burladero, acude al encuentro con displicencia, como quien sale a la
calle a dar un garbeo sin rumbo fijo. Tras esta primera experiencia
con el hombre vestido de luces, lo habitual es que el toro le coja
gusto al trote por el albero y entonces se pegue dos o tres vueltas
por la plaza, sin que ninguno de los que se cruzan con él consiga
recogerlo adecuadamente, no tanto por su condición de abanto como
por la deficiente técnica de los que manejan el percal. Cuando por
fin el matador consigue fijar al toro y repetir siquiera media docena
de capotazos, lo suele hacer de manera atropellada y trapacera, sin
allegar al manejo de la tela gracia alguna, echando normalmente el
paso atrás en cada embroque, perdiendo terreno hacia las tablas en
lugar de ganarlo hacia los medios y rematando el saludo de forma
vulgar o no rematándolo, lo cual contribuye a que el toro recupere
su tendencia natural a la dispersión y acabe vagando de nuevo por la
plaza sin que el peonaje lo fije, para terminar en bastantes
ocasiones recibiendo la primera vara en terrenos opuestos a los
adecuados, allí donde los picadores acaban de hacerse presentes tras
la orden del usía.
Como
la tónica general del matador de turno en este tercio suele ser la
inhibición o la incompetencia técnica, o ambas cosas, la norma es
la ausencia de quites artísticos, salvo que consideremos como tales
a la chicuelina despegada o a la gaonera zarrapastrosa que
instrumentan los matadores de hoy, incluso en insufrible competencia
por el mismo palo, lo cual permite al abonado contrastar con su
compañero de localidad si le ha gustado más la chicuelina culera de
fulano o la chicuelina sobaquillera de zutano.
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