Menudo regalito
la corrida de El Torero, desaparecen las figuras del cartel y vuelven los
moruchos: sin clase, sin casta, sin fuerza y alguno derrengado total. Se cayó el
tercero descaradamente durante los dos primeros tercios y el Presidente Don
Javier Cano Seijo no de dignó devolverlo perjudicando seriamente a Ginés Marín,
que no tuvo más remedio que renunciar a la faena y matarlo y al público, al que
privó de la posibilidad de ver a un torero de recientísima puerta grande
medirse con un toro en condiciones.
Y como tampoco
tuvo suerte Marín con el sexto que se lidió en quinto lugar ya que no tenía
ninguna de las condiciones que debe tener un toro bravo, no fue posible
revalidar mínimamente el triunfo obtenido dos días antes.
Peor suerte tuvo
Espada que el entrar a matar al toro de su alternativa fue volteado por el
animal sufriendo un fortísimo golpe que le dejó sin sentido, fue trasladado de
inmediato a la enfermería y evacuado al hospital. Le deseamos un pronto
restablecimiento y que tenga mejor suerte cuando vuelva a Madrid, donde lo poco
que le vimos pareció que estaba algo falto de oficio.
Joselito Adame
mató por tanto tres toros que apenas alcanzaban semejante condición y no le
permitieron en ningún momento realizar un toreo digno ni lograr un mínimo
lucimiento con lo que la tarde discurría en un sin sabor y sin sustancia
proclive al aburrimiento más absoluto cuando durante la faena del sexto (que
hubiera pertenecido a Espada) se transformó en un volatinero que más parecía de
circo que de tauromaquia y después de unos pases de imposible adjetivado mató
sin muleta y apareció debajo del animal
que cayó muerto.
Este folclore
suscitó en el público una sensación de simpatía y pidió la oreja que el
Presidente se apresuró a conceder.
Lo que ocurrió el
sábado en las Ventas es un síntoma más de la decadencia de la fiesta, que toma
un rumbo vertiginoso hacia la irrelevancia.
Jandro
sábado, 27 de mayo
de 2017
Fotos: Andrew Moore
Fotos: Andrew Moore
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