Una oreja del toro de la corrida, que
el torero de Ciudad Rodrigo entendió desde el mismo momento en que se le frenó
de salida hasta en cuatro amagos de los de helar la sangre y con el que se
acopló en una firme faena templada, de pura bragueta, muy ligada y bien
tramada, señalada por pases enroscados de pecho antológicos, también por las
soluciones de toreo cambiado en los remates o la improvisación en las
aperturas. Faena de madurez por lo segura. Ni un enganchón del toro, que vino
siempre entre acariciado y gobernado, las dos cosas. Lo más llamativo fue la
manera de estar, más incluso que la forma de torear.
Barquerito
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